En su día Jordi Pujol
marchó a California con gran séquito para promocionar los vinos catalanes en
una tierra pródiga en caldos. Ante la ignorancia del auditorio hubo de
autocolocarse cartográficamente:”Somos una pequeña nación entre Francia y
España “: Un avispado que había oído campanas no pudo reprimir un alarde de
erudición y espetó audiblemente: “¡ Andorra ¡“. El Molt Honorable se sonrojó.
En otra de sus peregrinaciones para situar Cataluña en el mapa, don Jordi
aterrizó en Pekín y logró una audiencia con Den Xiao-Ping que ni sabría
exactamente a quién recibía. “Somos seis millones”, adelantó Pujol, y el líder
chino le preguntó amable.” ¿ Y en qué hotel se hospedan?”. Ahora el Rey Arturo
de la Tabla Redonda acude a Brasil a vender la quiebra catalana de la que, a lo
peor, alguien sí tiene noticia. El Nuevo Marco Polo, que siempre avanzó hacia
Oriente sin saber lo que tenía delante,
ha empezado su turismo patriótico por Fortaleza, en el nordeste, la zona más
deprimida de Brasil, a dar la mano a unos empresarios catalanes huidos de la
inseguridad que ofrece el Condado de Barcelona. Luego se fotografiará en
Florianápolis, Río de Janeiro y Sao Paulo, pero evita Brasilia donde entre el
martes y el viernes siempre podría intentar ser atendido por algún director general
porque los actuales vientos brasileros no permiten perder demasiado tiempo con
el desconocido líder de un Estado en obras. El segundo idioma de la enseñanza
brasilera no es el inglés sino el español ( aunque acaben hablando el portuñol)
y el catalán no lo identifican ni con la crema catalana, que tampoco saben qué
es. Al menos, como los brasileros no tienen ningún complejo colonial, ni
siquiera con Portugal, el Rey Arturo se beneficiará de las simpatías que gozan
los españoles, y en la noche carioca le invitaran a “Las mulatas de Oba-Oba”,
prodigio de belleza interracial. Lo de Cataluña en el Mundo acabará en la samba
de un país-continente al que el separatismo (y aún más el europeo) no les suena
para nada.
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