La Ciencia Política no ha
sido fructífera en España y siempre los historiadores han de retrotraerse a los
Reyes Católicos para encontrar un proyecto definido y definitorio; incluso los
hay quienes sostienen que el modelo de “El Príncipe “ de Maquiavelo fue
Fernando, o que, al menos, tomó rasgos de él. Maquiavélico fue si traicionaba a
su hija Juana en vida de su marido Felipe el Hermoso. Nuestra primera
Constitución ( si no contamos con la de José I Bonaparte, que no era mala)
también fue generosamente intercontinental, pero se la comió el Rey felón, el
Rey Fernando VII, jurándola(“ Vayamos todos y yo el primero por la senda
constitucional”) y derogándola mientras la chusma gritaba:”¡vivan las
cadenas!”. Siglos antes de Cristo los griegos inventaron la idea y la palabra,
la democracia (Solo para los hombres ricos y libres) que ha ido avanzando entre
tropezones y apellidos identificando rotos con descosidos hasta una
contemporaneidad en la que Winston Churchill tuvo que definirla a la baja como
el mejor sistema de los peores. En Europa países más jóvenes como Italia,
Alemania o Noruega, cuentan con instituciones democráticas más perfeccionadas,
eficaces y participativas que las españolas. La Península del Finis Terrae ha
tenido mala suerte con los partidos políticos o, pese a los afrancesados, el
espíritu de la Revolución Francesa
arraigó más en las colonias americanas que en la Metrópolis.
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