Algunos miembros de la comitiva real comentan
entre sí cómo este es uno de los más emotivos viajes del Rey a Iberoamérica. En
su segunda jornada en Montevideo la alegría y la gratitud de los uruguayos ha
continuado manifestándose abiertamente para mayor contrariedad gubernamental.
El Rey ha roto un par de veces el protocolo y sus propios cordones de
seguridad, prescindiendo del automóvil y atravesando plazas a pie en auténticos
baños de multitud. Esta ciudad, apacible, llena de coches de modelos
antiquísimos, algunos de los cuales exhiben banderas españolas, ha hecho una
fiesta esperanzada de la presencia de los Reyes. En las noches, las radios
emiten constantemente música española.
En la recepción de anteanoche, ofrecida en el
palacio legislativo por el presidente Alvarez, pudo masticarse el silencio
cuando el Rey aludió elogiosamente a Juan Carlos Onetti o a las virtudes
civiles y morales de los sistemas democráticos. El presidente Álvarez volvió a
insistir en la comparación de los procesos democráticos español y uruguayo,
haciendo énfasis en que los problemas de su país tendrían siempre solución si
eran resueltos por uruguayos.Previamente se había celebrado en el palacio del
Gobierno la entrevista entre los dos jefes de Estado. No se vieron a solas y
todo el encuentro -no podía ser de otra forma- se circunscribió a una sucesión
de lindezas protocolarias. Luego el Rey y el presidente Goyo Álvarez salieron
al balcón del palacio. La multitud en la plaza llevaba tiempo coreando el
"que salga el Rey". Don Juan Carlos saludó al gentío durante unos
momentos, mientras el presidente se mantenía en un segundo plano y sin saludar.
En la
mañana de ayer, conversaron los ministros de Asuntos Exteriores de los dos
países, llevando Fernando Morán el peso de la entrevista. El ministro español
planteó la petición de liberación de presos y se extendió sobre las
consecuencias que para Iberoamérica puede suponer la futura integración de
España en la Comunidad Económica Europea.
La agencia
Efe, citando una fuente no oficial pero segura, informó esta madrugada que tres
de los españoles encarcelados en Uruguay por motivos políticos, han sido
puestos en libertad. Por el momento no ha sido facilitada su identidad.
El ministro
uruguayo pudo haber solicitado mayor "comprensión" por parte de la
prensa española a lo que Morán habría aducido que la prensa es libre y que
además viene demostrando una gran preocupación por la defensa de los derechos
humanos, lo cual también conforma una de las líneas maestras de nuestra
diplomacia. Morán se interesó igualmente por la liberación de las tres madres
de desaparecidos uruguayos en Argentina, detenidas el mismo día de la llegada
de los Reyes, expresando también su desagrado por el secuestro de la revista Democracia precisamente
en estos momentos.
En
cualquier caso, el ministro Morán, quien hizo una brillante exposición ante su
colega del proceso democrático español, aclaró que España no pretendía dar
lecciones o ejemplos de democracia a nadie. La jornada de ayer se completó con
la recepción ofrecida por los Reyes a sus anfitriones en la embajada de España,
la visita a la comunidad española, una sesión solemne del comité de
representantes ante la Asociación Latinoamericana de Integración, visitas a
entidades benéficas e investidura del Rey como doctor honoris causa por
la universidad de la República.
El acto
políticamente más importante, y sin duda más difícil fue el recibimiento que
hizo el Rey de doce líderes opositores, cuatro en representación de partidos
prohibidos, muchos de los cuales carecen de derechos cívicos y políticos en su
propio país.
Fueron
recibidos en la embajada de España Julio María Sanguinetti, Enrique Torigo y
Jorge Batlle (por el Partido Colorado), Juan Pidel, Julio Pereira y Dardo Urtiz
(por el Partido Nacional), Umberto Ciganda, José Vicente Chiarino (por la Unión
Cívica), el doctor Cardoso y Germán D'Elía (por los socialistas) y Juan Pablo
Terra y Daniel Sosa (por los democristianos). Esta audiencia, obviamente, ha
sentado como un tiro a las autoridades uruguayas, que temen -acaso con razón-
que la visita real tenga efectos políticos de espoleta retardada.
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