El embajador argentino en Roma ha sido llamado a
Buenos Aires para evacuar consultas y permanecerá un tiempo alejado de su
representación diplomática. Pese a que algunos militares estaban pidiendo poco
menos que la ruptura de relaciones con Italia tras las denuncias de presidente
Sandro Pertini, se ha impuesto la prudencia del canciller Aguirre Lanari y no
pasará de ahí el enfurruñamiento oficial argentino.
En el
interior continúan las manifestaciones de repulsa contra la Junta por su
documento sobre los desaparecidos y se preparan movilizaciones parciales, de
protesta en Buenos Aires que culminarían a mediados de mes con una
concentración ante el vacío Congreso de los Diputados.Pueden detectarse
diferencias en la cúpula militar, que no ha obtenido ningún beneficio con la
publicación del documento; altos mandos castrenses reconocen, además, que la
declaración de la Junta no supone un valladar jurídico contra futuros
procesamientos de militares a instancias de familiares de las víctimas, y que
la ley de amnistía en preparación, de no pactarse con las fuerzas políticas,
podría quedar en papel mojado ante el futuro Congreso democrático.
Los pactos
y contrapactos, la conspiración política, es la tónica de este período
preelectoral. El diario Clarín acaba de dar datos fehacientes
sobre la estancia del almirante Massera (miembro del triunviro militar del
golpe de 1976) en Madrid el pasado fin de semana para una hipotética entrevista
de diez horas con la viuda de Perón. Las denuncias del líder radical Raúl
Alfonsín sobre el pacto militar-sindical han paralizado las transferencias de
los sindicatos que aún quedan bajo intervención castrense.
Motín a bordo
Tras
peripecias dignas de la filmografía de los hermanos Marx e indignas de la
tristeza de los familiares de los caídos en Malvinas, elLago Lácar llegará
mañana de arribada al puerto de Buenos Aires después de una semana de errática
singladura. Un frente de tormentas obligó al navío a buscar el amparo de la
costa, mientras el ingeniero Destéfanis, organizador del viaje y supuesto
hombre de los servicios de información militar, intentaba comunicarse por radio
con la primera ministra británica y hasta con el Papa. Después ideó un
desembarco triunfal en alguna población costera argentina pero fue disuadido
desde Buenos Aires. Finalmente, uno de sus ayudantes, ebrio no sólo de
patriotismo, dirigió un intento de amotinamiento para destituir al capitán del
buque y forzar el paso hasta las Malvinas. El rebelde fue reducido y
desembarcado, y el Lácar recibió la orden de regresar
inmediatamente a puerto.
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