A las cinco de la tarde de hoy (hora española)
habrán llegado los Reyes a Uruguay, tras finalizar en Sao Paulo su visita a
Brasil. Con ser importante la gira brasileña se espera con mayor expectación
este viaje a la dictadura militar uruguaya, cogida por la tenaza política y
geográfica de la promesa de los procesos militares brasileño y argentino de
devolver a plazo fijo el poder a los civiles.
Cuando en
1976 las Fuerzas Armadas de la República Oriental destituyeron al presidente
Bordaberry, proscribieron la actividad de los partidos políticos hasta 1991;
sin embargo el año pasado tuvieron, que autorizar tres partidos (el Nacional y
el Colorado -cuyos líderes continúan en el exilio- y la pequeña Unión Cívica,
de orientación democristiana) y fijar elecciones para 1984. No obstante el
camino hacia la normalidad democrática está menos andado que en los vecinos
Brasil y Argentina e incluso el régimen mantiene en la cárcel en calidad de
rehenes a presos políticos que ya han cumplido sus condenas.El Gobierno español
se ha interesado por la suerte de nueve presos de nacionalidad española y se
espera que al menos el teniente general Gregorio Goyo Alvarez, presidente
de la nación, uno de cuyos hermanos fue asesinado por los tupamaros, tenga el
gesto de buena voluntad ante el viaje real de dar la libertad a alguno de
ellos. Aunque ayer mismo Carlos Reynante, director del Diario Español de
Montevideo informó a la agencia alemana DPA que el gobierno uruguayo mantiene
las presiones sobre su periódico dejando en suspenso la inserción de anuncios
oficiales, principal fuente de ingresos de la publicación. El diario es acusado
por el régimen de publicar noticias de cuño socialista provenientes de España.
Durante su
estancia uruguaya el Rey podrá tener algún contacto con representantes de los
tres partidos "tolerados" y no se descarta que los mantenga con
alguna personalidad política de aquellos -como el socialista- "no
habilitados" por la dictadura. Tampoco se descarta que el Rey pudiera
encontrarse incluso con miembros del Plenario Intersindical de Trabajadores,
creado para hacer frente al sindicalismo oficial. Se trataría, por supuesto, de
encuentros meramente físicos y amables, pero de inmensa importancia para los
demócratas uruguayos. El gobierno de Montevideo intentó manipular políticamente
el viaje convidando a los Reyes a un típico asado en una estancia ganadera. La
casa real declinó amablemente, la invitación tras comprobar que se trataba del
mayor rancho del país propiedad de un valedor (que hubiera sido el anfitrión)
de la dictadura militar.
Los
uruguayos que el pasado primero de mayo levantaron por primera vez cabeza en la
primera manifestación autorizada en siete años, no esperan sólo la primera
visita de un Rey a su país, sino su ración de esperanza que la democracia
española reparte en el Cono Sur iberoamericano.
A André
Franco Montoro, gobernador de Sao Paulo, de origen español, le correspondió
despedir de Brasil con una cena en su palacio de Los Bandeirantes, a don Juan
Carlos y doña Sofía. La estadística del, Estado y de la ciudad atenta contra el
sentido de la medida de la mayoría de los europeos: 25 millones de habitantes,
más de 12 millones en la capital y sus cinturones, 34 grandes ciudades, 65% de la
producción industrial brasileña y 40% de su Producto Interior Bruto, mayor
centro industrial, financiero y comercial de toda Iberoamerica, 281 emisoras de
radio, una televisión estatal y 11 canales privados, y 109 periódicos, cinco de
ellos con tiradas superiores a los 350.000 ejemplares. Para una sola jornada
aquí más vale encerrarse tímida y humildemente en el hotel.
Reunión con
emigrantes
Los Reyes
honraron el monumento de Iparanga (donde Pedro I al grito de
"independencia o muerte" desgajó Brasil de la corona lusitana) y en
la universidad fue investido doctor honoris causa, antes de la cena
de gala en el palacio del gobernador. En la mañana, también, se reunieron con
cientos de integrantes de la colonia española (70.000 emigrantes) en el colegio
español Miguel de Cervantes. Los encuentros de los Reyes con la emigración en
estos países están resultando obligadamente emotivos. Hasta no hace muchos años
existían en Buenos Aires dos confiterías -cafés- esquineras de una misma calle.
Una era frecuentada por republicanos exiliados, la otra por emigrados
acomodados de simpatías franquistas. Cada tarde volaban las sillas y las
botellas de una a otra acera por encima de la calzada. Ya no es así entre otras
cosas porque una de las confiterías -la otra, Iberia, continúa abierta- fue
derribada. En Río de Janeiro las cosas han marchado mejor. Los mil y un centros
españoles de la ciudad carioca, regionales, de nacionalidades, republicanos,
franquistas, ácratas, siempre enfrentados entre sí, se han unificado en una Casa
de España y han puesto sus dineros para levantar su edificio común en el
Botafogo. Allí, con la casa aún en estructura, entre el hormigón y los
ladrillos, todos recibieron con emoción a los Reyes en un acto tardío pero
necesario de reconciliación transoceánica.Y de la importancia que aquí se da a
la transición política española no quisiera insistir por no fatigar. Pero vaya
un último detalle. Con aquella fotografía de Adolfo Suárez tomada durante su
visita a Río como presidente, lanzándose al agua en una impecable clavada desde
la cubierta de un yate a las aguas de la bahía de Guanabara, musculado, sin una
gota de grasa, impecable la figura del salto, idílica la perspectiva, los
brasileños hicieron un poster y, lo repartieron: "Así es la joven democracia
española".
Coincidencias
Aunque es
sabido que no es costumbre entre jefes de Estado y presidentes del Gobierno
redactar personalmente sus discursos, ha llamado la atención en los medios
políticos brasileños el contenido de varios párrafos del mensaje pronunciado
por el Rey Juan Carlos ante el Congreso brasileño. Sorprendentemente ocho
partes del discurso del Rey, acaso las más sugerentes, se correspondían
literalmente, -las coincidencias llegaban incluso hasta los puntos
suspensivos-, con ocho párrafos de un artículo del presidente Felipe González,
publicado el pasado 2 de mayo en la edición en lengua española para
Iberoamerica del diario francés Le Monde. Tratándose
precisamente de una edición periodística aquí leída por la clase política la
coiricidencia ha sido inmediatamente percibida.
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