La Junta Militar argentina se reunió ayer para
analizar la crisis diplomática abierta con Italia tras las dos durísimas
admoniciones dirigidas por el presidente italiano, el venerable Sandro Pertini,
a su colega argentino Reynaldo Bignone. La respuesta española, en cambio, ha
sido providencial para los militares argentinos, mientras los familiares de
desaparecidos muestran su amarga decepción.La Embajada argentina en Roma ha
hecho entrega de un memorándum al Gobierno italiano en el que expresa su más
enérgica protesta por el primer telegrama de Pertini. El presidente italiano ha
remitido ahora al teniente general Bignone una súplica en la que se muestra
sorprendido por la defensa que él, "un hombre honesto y oficial
insobornable", hace de "oficiales que con graves fechorías han
deshonrado el uniforme que usted lleva con honor. No me interesa si otros jefes
de Estado no sintieron el deber de protestar como protesté yo. Peor para ellos.
Cada cual actúa según sus modos de sentir".
La Prensa no oficialista, amordazada por la
censura, que dedica sus páginas editoriales a los problemas ganaderos, al
Pioneer-10 y al sistema solar, procura reproducir íntegros los telegramas de
Sandro Pertini, a los que ahora hay que sumar la repulsa francesa y una severa
crítica de la Santa Sede a través de un ceñudo editorial de L'Osservatore
Romano.
No tiene
mucho a donde agarrarse la Junta Militar y, de milagro, no se ha agarrado al
clavo ardiendo de la protesta española. Llama la atención en Buenos Aires que
la diplomacia española haya tenido que justificar su protesta en la cifra de
2.050 desaparecidos dados oficialmente por muertos, cuando hasta la propia
Junta reconoce la desaparición de más de 6.000 ciudadanos.
La guerra
de las cifras es banal por cuanto, tal como ocurrieron las cosas, tanto dan
10.000 desaparecidos más o menos para reputar de genocida el proceso militar
argentino. Pero en Buenos Aires se juega al desprestigio de las organizaciones
humanitarias que barajan cifras elevadas, y a este respecto que España sólo se
refiera a 2.050 desaparecidos supone una ayuda inesperada y milagrosa.
Por otra
parte, el Gobierno español parece resignado a limitar sus gestiones a los 35
desaparecidos de nacionalidad española sobre los que está dispuesto a hablar el
Gobierno argentino. Aquí prima el concepto jurídico del suelo sobre
el de la sangre para sentar la nacionalidad, y la Casa Rosada
no admite la competencia de nuestra Embajada sobre los 174 desaparecidos hijos
y nietos de españoles, pese a los convenios de doble nacionalidad firmados
entre los dos países. El caso es que los familiares de los desaparecidos tienen
muy pocas palabras gratas para la gestión de la diplomacia española.
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