Enterado el presidente Stroessner de que Adolfo
Suárez estaba en Paraguay, mandó llamarle reservadamente para una entrevista
privada. Suárez había llegado a Paraguay en viaje de negocios estrictamente
privado -quería ver una mina-, y ni el embajador de España en Asunción conocía
su presencia en el país. El ex presidente español, discretamente, acudió al
despacho del dictador paraguayo y al abrirle la puerta los edecanes comprendió
la encerrona: le iluminaron los ojos y las cámaras de la televisión comenzaron
a filmar los cordiales saludos del principal artífice de la democratización
española al general que desde hace 29 años mantiene Asunción bajo estado de
sitio.El embajador de España en Paraguay comprobó asombrado en su televisor la
presencia de Adolfo Suárez en el país de su acreditación; lo que no pudo
escuchar, ya en el encuentro solitario entre Stroessner y Suárez, fue la
primera pregunta del general-dictador: "¿Se habría producido la
democratización española si no matan a Carrero Blanco?".
Triunfante
el radicalismo en las elecciones argentinas, Suárez, con ese instinto político
casi olfativo que nadie le puede negar, voló a Buenos Aires tras advertir de
sus intenciones al presidente González, quien estuvo de acuerdo y le encargó la
transmisión de un ménsaje verbal para el futuro presidente de los argentinos.
Fue" así, la primera personalidad internacional en presentarse en Buenos
Aires para, desde las columnas de los diarios y los canales de la televisión,
saludar y apoyar la primera de las democracias recuperadas en el Cono Sur. No
sería excesivamente maficioso suponer que Suárez decidió visitar una mina en
Paraguay precisamente en las vísperas de las elecciones
argentinas.
Y la
presunción, de ser cierta, sólo denotaría el talento político del ex presidente
español, que el sábado aún estaba firmando autógrafos por los pasillos
silenciosos del hotel Plaza, recibía aplausos paseando por la calle de Florida,
despertaba entusiastas comentarios entre las señoras y se reunía en tres días
con toda persona políticamente importante en Argentina. Un periodista de
Montevideo, combatiente de la democracia en su país, pedía intercesión para
lograr una entrevista, "...porque la voz de Adolfo Suárez aún no ha
llegado a Uruguay".
Raúl
Alfonsín, en el retiro campestre donde se recluyó para trabajar, le recibió
durante una hora junto al secretario nacional de la Unión Cívica Radical y José
Coderch, ahora en nuestra embajada en Buenos Aires. Terminó invitándole a su
toma de posesión, que, contra lo que parece estimarse en Madrid, es algo más
que una mera toma de posesión.
Una visita
de Adolfo Suárez a Chile sería devastadora y comprometidísima para el régimen
de Pinochet (Stroessner, a la postre, celebra periódicamente sus elecciones), y
en Brasil -se puede contemplar en las oficinas políticas del socialismo carioca
aquella famosa foto de Suárez arrojándose desde un yate a las aguas de la bahía
de Guanabara, sin una gota de grasa, decidido, en una impecable clavada, con la
leyenda "Es la joven democracia española".
La
inflexión de muchos países suramericanos hacia el sufrimiento y la barbarie
política coincidió en el tiempo con la reconstrucción de la democracia
española, y así, en el Cono Sur es difícil hacer entrevistas, por cuanto las
entrevistas se las hacen a uno: "¿Cómo, fueron los pactos de la Moncloa;
hasta dónde alcanzó la ley de Amnistía; cuál fue la ley de Reforma Política;
cómo se alcanzó el acuerdo para una nueva Constitución; cómo se controló a las
Fuerzas Armadas ... ?". Y sesudos varones escuchan a Adolfo Suárez como a
un oráculo representante de una España revalorizada.
Autoridad
moral
Será
dificil encontrar otro momento histórico en que España vuelva a tener en
América Latina la autoridad moral que ahora se le da y que cuenta al tiempo con
tres figuras tan populares y respetadas en el surcontinente como el Rey, Adolfo
Suárez y Felipe González. No parece que nada de esto revista el menor' interés
para la sociedad española. En la hora de un cambio histórico para todo el Cono
-Sur, que comienza lentamente a girar sobre la bisagra de la democratización
argentina, la diplomacia española duda sobre la conveniencia de aplazar un
viaje presidencial a Bruselas para que Felipe González pueda estar en la toma
de posesión de Alfonsín.Se desaconseja la presencia en Argentina del Rey,
argumentando abstrusas razones de protocolo, y los representantes permanentes
de los medios de comunicación españoles en toda Suramérica son exactamente los
delegados de la agencia Efe y ... el delegado de EL PAÍS. Algún diario español
mantiene simbólicamente alguno que otro esforzado corresponsal, ya desgajado de
España, y, otros pocos contratan esporádicamente crónicas de periodistas
nativos. Radiotelevisión Española no tiene una maldita oficina en toda Sur
américa, y ahora mismo un voluntarioso enviado temporal de Radio Nacional de
España se desgañita dando desaforadas voces por la absurda red telefónica del
surcontinente desde las habitaciones de los hoteles -donde, le toman, como a
los demás, por orate- para hacer llegar alguna crónica a España; no hay
comunicación, ni interés por encontrarla.
Una
situación que se resumiría en el casi unánime comentario que se hacen los
políticos que aquí están luchando por la democracia y la civilización:
"Eso de la madre patria los únicos que no se lo creen son ustedes,
¿verdad?".
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