2/11/83

La cúpula peronista ve con preocupación la inminente exigencia de responsabilidades por su aplastante derrota (2-11-1983)

Una tranquila alegría, serenidad, perfecto orden público (sólo 650 detenidos en todo el país durante los comicios), alguna manifestación festiva, de boinas blancas, que ayer todavía coleaba por las calles porteñas, mucha esperanza y confianza en el futuro; es el ambiente en la República Argentina, donde sus habitantes advierten ya la dudosa luz de la boca del túnel. Entre no pocos peronistas, sin embargo, reina preocupación ante la guerra interna que va a desatarse entre los líderes del peronismo, en una batalla de exigencia de responsabilidades, acusaciones mutuas y depuraciones, en cuanto reacciones de la conmoción padecida.

El peronismo se encuentra en estado de choque, por más que desde al menos una semana antes de las elecciones, el cuartel electoral de Ítalo Lúder dispusiera de encuestas de opinión para su uso privado en las que se preveía el triunfo radical. Quizá la posesión de estos datos explicara el apagamiento del candidato peronista en sus últimos mítines hasta quedar por debajo de su ya asténico tono natural.Durante la jornada de ayer fue imposible para cualquier periodista tomar contacto con la dirección peronista, profundamente conmocionada, según las personas que tienen acceso a ella.

El peronismo siempre resolvió numerosas diferencias internas con notable violencia, que incluye el asesinato como norma para convencer al compañero equivocado; y esa naturaleza del peronismo y sus sindicatos (acaso con orígenes en la emigración de la Italia meridional, por más que la mayoría de los líderes de la Confederación General del Trabajo sean hijos de españoles) no ha desaparecido en los últimos diez años.

Ayer estaba prevista una reunión de la cúpula peronista (política y sindical) en la que sin lugar a dudas brillarán las navajas. Fuentes partidarias aseguran que en cónclave presentarán sus dimisiones Lorenzo Miguel como vicepresidente ejecutivo del partido, y Herminio Iglesias como jefe del peronismo bonaerense. Si lo hacen será en la seguridad de que les serán rechazadas por cuanto no son hombres capaces de abandonar el poder por un simple gesto de ética o de elegancia.

Sin embargo es sobre esta multitud de sindicalistas que tomaron el partido por asalto sobre quienes caerá la lluvia de invectivas por la derrota. Lúder fue desbordado por ellos y se intentará que paguen sus errores. Antonio Cafiero, ex ministro de Economía de Perón y agredido por las cuadrillas de Herminio Iglesias en el congreso peronista de Buenos Aires, puede jugar con fuerza su futuro protagonismo político. Carlos Memen, gobernador peronista electo de La Rioja también puede tener peso en el horizonte del peronismo a renovar. Saúl Ubaldini, (el respetado dirigente de una de las dos CGT, y hacia el que los radicales están tendiendo puentes de plata para el diálogo), emerge como un potente rival de la vieja, dirigencia sindical con pistola en las sobaqueras.

La lucha interna será feroz, por cuanto muchos de ellos son gente que ha vivido del poder y para el poder, o del control financiero de las poderosas obras sociales del sindicalismo (hoteles, residencias, hospitales, mutualidades ...).

Por otra parte, el peronismo no es que no sepa, perder, es que no había perdido jamás, y ahora es un misterio su reacción inmediata ante esta hecatombe electoral. Se aduce desde las filas peronistas, aunque sin excesiva convicción, que el justicialismo ha conservado su sustancial caudal de votos con sólo una ligera pérdida de alrededor de un 10%, lo cual es cierto. Pero se olvida que prácticamente el peronismo no ha tocado ni uno de los cerca de 5 millones de nuevos votos que han aparecido en el mercado electoral, lo que resultaría gravísimo para el futuro del movimiento.

Peronistas que votaron radical

Además, medio Buenos Aires, incluida la silenciosa dirección peronista, está ahora mismo echando infinitas cuentas y deducciones sobre los resultados de la elección, que, se hagan como se hagan, conducen a la certeza de que muchos peronistas han votado radical. La derrota de Herminio Iglesias en la provincia de Buenos Aires sólo es explicable por la decisión de muchos peronistas de votar las listas radicales en la esperanza de ser gobernados con más cordura y algo menos de matonismo.Las escasas réplicas peronistas de que en esta ocasión Argentina ha votado contra la clase obreras no son más que una rabieta. Amplios sectores de la clase obrera alta y hasta pobladores de las villas-miseria han votado radical por la simple memoria histórica de que cada peronazo fue un escalón descendido hacia mayor pobreza, desolación y muerte.

Fue magnífico el gesto de Ítalo Argentino Lúder acudiendo a felicitar al futuro presidente y accediendo, sonriente y relajado, aacompañarle en una rueda de prensa. La aparición en televisión de los dos antagonistas prometiendo colaborar sin reservas para la normalidad institucional de la nación argentina y para superar sus terribles problemas económicos, jurídicos y morales, refleja la excelente y extraña condición de este pueblo capaz de las mayores sinrazones y las mayores noblezas.

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