Fuentes diplomáticas acreditadas en Buenos Aires
estiman probable que el presidente italiano Sandro Pertini acompañe a su primer
ministro Bettino Craxi en su viaje a la Argentina para asistir a la toma de
posesión de Raúl Alfonsín como presidente de la República. El gran número de
ciudadanos argentinos de origen italiano y el juvenil entusiasmo del venerable
Pertini por la causa de las libertades abonan su presumible intención de
acompañar al pueblo argentino en la hora de su recuperación democrática.Todos los
apoyos intemacionales, aunque solo resulten simbólicos, serán pocos para
coadyuvar a que se consolide esta frágil democracia atentamente observada por
los gobiernos de Chile y Uruguay en la esperanza de que se deteriore
violentamente en seis meses, dando un poco más de vida a la derrumbada teoría
militar que aún gobierna el Cono Sur. El pueblo argentino, además, se siente
solo en su difícil camino hacia la democracia. Se siente injustamente denostado
por las barbaridades perpetradas por sus militares y abandonado por la
comunidad occidental desde la guerra de Las Malvinas. Este pueblo agradecerá
ahora cualquier migaja de apoyo.
La embajada de España parece haber recuperado
vigor y tras la fiesta del 12 de octubre en que, por primera vez, los salones
de nuestra representación diplomática, acogieron a "todos los argentinos",
desde los militares en el poder a las Madres de la Plaza de Mayo, ha sido el
embajador José Luis Messía el primer diplomático en ser recibido por Raúl
Alfonsín. La prensa destaca. las misivas del presidente Felipe González.
No
obstante, tanto la presencia de Craxi como la de González en la investidura de
Alfonsín serán parcialmente interpretadas como un apoyo partidario al
radicalismo. Los argentinos agradecerán estas asistencias, pero no debe
olvidarse que buena parte de la campaña sucia de los
peronistas contra Alfonsín se ha basado en sus supuestos apoyos internacionales
del departamento de Estado norteamericano y de la socialdemocracia europea.
El respaldo
de jefes de Estado europeos a la renaciente democracia, sena para esta nación
más importante que el paso a retiro de 50 generales golpistas. En un país al
que los sufrimientos le han obligado a reconocerse en el tercer mundo y en su
condición latinoamericana, pero que en el fondo de su alma se sigue reclamando
europeo, no le bastará la presencia, importante, de jefes de Estado y primeros,
ministros suramericanos.
El Rey de
España, por segunda vez en Buenos Aires, asistiendo esta vez al giro de la
bisagra de la historia en el Cono Sur, dejaría en la Argentina, en toda
Latinoamérica, una huella indeleble en el corazón de estas gentes,
sentimentales y esforzadas que están haciendo lo indecible por normalizar y
dignificar sus historias truncadas. Hay que vivir en el futuro para poder ser
contemporáneos del presente, y aquí a primeros de diciembre se va a producir
algo más que el intercambio de una blanquiazul banda presidencial entre dos
caballeros.
El rey de
España en el Congreso de los Diputados argentinos, contemplando desde un palco
la investidura de Raúl Alfonsín, no sería un respaldo al radicalismo ni ningún
argentino lo entendería así implicaría en cambio un notabilísimo balón de
oxígeno para las frágiles esperanzas de esta sociedad tan maltratada.
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