1/11/83

Fuerzas Armadas: silencio, incomodidad y satisfacción (1-11-1983)

Las Fuerzas Armadas argentinas, aún en el poder a través de la Junta Militar, no han emitido la menor opinión sobre los resultados electorales de los comicios. Pero para cualquier observador es visible su incomodidad-satisfacción por el triunfo radical, previsto, pero no confirmado, por los servicios de inteligencia militar.Su incomodidad viene de que los radicales, históricamente hacen honor a su palabra y todas las promesas de Raúl Alfonsín sobre procesamientos por responsabilidades castrenses en la guerra sucia contra la subversión se espera que sean cumplidas. Alfonsín, por otra arte, ha sido más explícito que Ítalo Argentino Lúder en la insistencia de que la comandancia de las Fuerzas Armadas sólo corresponderá institucionalmente al presidente de la nación, quien disolverá las comandancias específicas de cada arma.

Sin embargo, nada de esto sorprende a los militares argentinos, que esperan, desde que convocaron las elecciones, un inevitable chaparrón de inconvenientes jurídicos y administrativos. Más les preocupa la segura reducción que de los gastos militares harán los radicales, drenando fondos hacia la alimentación, la sanidad y la educación.

La satisfacción viene a cuento de que encontrarán entre numerosos dirigentes peronistas, abatidos por la derrota electoral, interlocutores para alguna conspiración dispuesta a aportar una base civil a cualquier asonada. De entre las tres armas, la más proclive al populismo peronista está resultando la Fuerza Aérea, vanidosa de su papel en la guerra de las Malvinas, ahora descubridora de un nacionalismo casitercermundista, desde el que inspira prácticamente el impago de la deuda externa.

El Ejército y la Armada han estado cuchicheando descaradamente con el ala derecha peronista para encumbrar a sus hombres en la, futura dirección de las Fuerzas Armadas, y todos sus tejidos políticos han quedado ahora al descubierto.

Las noticias provenientes del exterior sobre un compló militar para asesinar a Raúl Alfonsín no son un truco electoralista, sino una realidad que, por atender a la verdad, hay que decir que no comparte la mayoría castrense, bastante curada ya de aventurerismo. Las Fuerzas Armadas, en su conjunto, habrían deseado una sucesión peronista, en la que tienen amigos e intereses ideológicos y personales en común. A los radicales siempre los despreciaron por tibios, por su rara devoción por el derecho y la democracia y por su notoria incapacidad para imponer sus ideas a trompadas.

Raúl Alfonsín, así, afronta lo peor de su futuro mandato; ha de escoger entre las listas ya elaboradas por esta Junta Militar los futuros ascensos al generalato y, para ponerlo todo peor, la tradición indica que el presidente se limita a firmar los ascensos que propone cada jefe de arma. Es el primer ladrillo caliente que pisará Alfonsín como presidente.

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