Al día siguiente de su elección como alcalde de
Lima, Alfonso Barrantes, popularmente conocido por Frejolito, estaba en la sede
del frente popular Izquierda Unida, coalición de siete partidos marxistas, que
preside, recibiendo a niños pobres y gastándose bromas con ellos. Uno le
preguntaba por el millón de desayunos escolares diarios que ha prometido
durante su campaña, y Frejolito, rodeado de críos, contestaba: "Si no lo
cumplo, id todos juntos y recortadme las orejas". En la noche, el todavía alcalde
derechista de Lima le invitaba al palco municipal del teatro Metropolitano para
contemplar las dulcísimas evoluciones de la Ópera de Pekín, que, precisamente,
se presentaba en la ciudad.
Barrantes ya había anunciado que antes de fin de
año recorrerá Europa en busca de prefinanciamiento y hasta de donaciones para
cumplir su dramática promesa de entregrar un millón de desayunos cada día a los
niños famélicos de la capital de Perú. Y, cumpla o no su compromiso, no debe
olvidarse, para entender su triunfo y el del frente popular que preside, que
esa necesidad existe lacerantemente ,en Lima. Alfonso Barrantes Lingan nació en
Catamarca hace 56 años. Es abogado laboralista, permanece soltero y confiesa
desconocer la paternidad sobre ningun hijo. Vive solo en una pequeña casa con
jardincillo, en el que pultiva rosas. Posee un Volkswagen escarabajo de
1972, y admite con rubor que usa perfume ante el empeño de una generosa amiga
que insiste en obsequiárselo.
Bronca contra Nixon
Dedicado por completo a la
política, sus parvos ingresos siempre provinieron de picar en uno u otro
pleito. En la Universidad de San Marcos, entre 1956 y 1958, militó en la APRA y
presidió la federación universitaria, abandonando el partido y el liderazgo
estudiantil tras haber protagonizado e inducido la gran bronca que los
estudiantes de San Marcos prodigaron al entonces presidente estadounidense
Richard Nixon en la escala límeña de su periplo latinoamericano.Entre 1960 y
1962 milita en el partido comunista hasta que éste se encizaña entre
prosoviéticos y prochinos: "Decidí no optar por ninguno de los dos".
Como marxista leninista independiente, lleva más de 20 años sobrenadando en la
sopa de siglas de la izquierda revolucionaria peruana, luchando por dotarla de
alguna cohesión y alguna estrategia posibilista. Dado el iluminismo y hasta la
alucinación que distingue a algunos líderes de la izquierda en Perú, suele
preguntársele a Barrantes cómo ha podido sobrevivir en ese medio: "Tengo
la paciencia y la cautela del indígena peruano". Rechaza con claridad el
terrorismo de Sendero Luminoso, pero reconoce que "sólo mediante la
violencia revolucionaria se puede desplazar a la clase dominante del manejo del
poder".
Barrantes, varias veces
preso por razones de estricta persecución política, es un hombre afable,
incluso dulce, reposado, que se confiesa cristiano y que desespera a sus
camaradas con sus continuas alusiones a Dios. "Que Dios nos libre de la
intolerancia", "Que sea lo que Dios y las bases de Izquierda Unida
quieran", parecen ser algunas de sus muletillas verbales, preferidas. Como
presidente de los universitarios de San Marcos, siempre trufába sus discursos
con citas del Quijote,Unamuno y el Eclesiastés, y sus condiscípulos
acabaron apodándole el Cuervo cuando a la muerte de su madre
guardó riguroso luto por 10 años.
Pese a sus características
personales -acaso por ellas-, los limeños blancos y ricos de los barrios
residenciales de Miraflores y San Isidro permanecen un punto aterrados ante un
alcalde electo que plácidamente se reconoce como marxista, leninista y, por
tanto, revolucionario, y que ha ganado su alcaldía recordando suavemente y sin
levantar jamás la voz una serie de tonterías desdeñadas por la APRA y la
derecha gobernante: que en Lima hay un millón de niños desnutridos, que la
mayoría de la población capitalina vive en condiciones higiénicas que
molestarían a un perro o que los miles de mercadillos de comida de la ciudad
deben regularizarse antes de que la peste bubónica acúbe con la capital mucho
antes que los comandos suicidas de Sendero Luminoso.
Náufragos
Casi se rieron de él, y las
encuestas más solventes le dieron como seguro segundón ante la prestancia y
encanto de Alfonso Barnechea, el dinámico y triunfador periodista de 31 años
que la APRA presentaba para alcalde y que quería hacer de Lima la Nueva York
del Pacífico. Negros mercachifles, pobrísimos indios quechuas y aymerás,
cocineros chinos, lavanderos japoneses, blancos podridos por la miseria, putas
mestizas, miles dejóvenes venidos del interior a trapichear en Lima un plato de
comida, todos los naufragados en la coca o en el pisco salieron de sus guaridas
en los barrios de chabolas, donde no penetra jamás la policía y menos los
sondeadores de opinión, para votar -contra la orden de Sendero- a Alfonso Frejolito Barrantes,
que hablaba de desayunos, de retretes y de alcantarillas.Ahora tiene un balcón
en Lima junto al palacio presidencial de Belaúnde.
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