20/4/87

Una política militar debilitada por el destino (20-4-1987)

Raúl Borrás fue el primer ministro de Defensa de Raúl Alfonsín. Había establecido una costumbre en su trabajo: a la caída de la tarde, él, sus dos subsecretarios, los tres jefes de Estado Mayor de cada arma y el jefe del Estado Mayor Conjunto se sentaban en torno a una botella de whisky, vasos, agua y un cubo con hielo, se apeaban el tratamiento y se relajaban un rato intentando comunicarse con libertad y sinceridad.

En una de aquellas amables tenidas vespertinas, antes de la aplicación del Plan Austral de economía de guerra, el general Héctor Rios Ereñú, jefe del Estado Mlayor del Ejército, acaso con alguna medida de whisky de más, palmeó a Borrás y le dijo: "Estén ustedes tranquilos; ¿acaso creen que con una. inflación del 1% diario se nos va a ocurrir volver a ocupar el poder?". Raúl Borrás nunca supo si era una broma alcohólica o una ironía malévola. Aliviador de sus tensiones con toneladas de cigarrillos, fallecía semanas después, antes de los 50 años, de un fulminante cáncer de pulmón. Era la primera pérdida de Alfonsín en el área de Defensa.Borrás, íntimo amigo del presidente, era uno de los pesos pesados de la política argentina y, por supuesto, del radicalismo. Sereno, firme, dotado de autoridad intelectual y de carácter, habilísimo negociador, no ocupaba por casualidad la cartera de Defensa.

Alfonsín puso al frente de los militares al más capaz y al más leal de entre los suyos. Raúl Borrás encarriló la política militar durante el primer año de la democracia recuperada, disolvió el Primer Cuerpo de Ejército, rebajó el tiempo de conscripción, intentó crear un holding de empresas militares y también intentó resolver la deuda externa de las fuerzas armadas -particularmente la de la Marina- recortando gastos y poniendo en almoneda fragatas misilísticas.

Fue sustituido por otro íntimo de Alfonsín, un maduro-solterón casado con la política, muy hábil y de colmillos retorcidos: Roque Carranza. Antes de un año murió de un síncope mientras nadaba en la piscina de oficiales de Campo de Mayo.

Un ministro apocado

De alguna manera, Alfonsín se rindió ante los hados adversos y designó como su tercer ministro de Defensa a Horacio Jaunarena, el honesto subsecretario de Borrás y de Carranza. Jaunarena es un perfecto conocedor de los entresijos de su ministerio, pero, acaso por un exceso de información, está siendo un ministro apocado y apagado. En cualquier caso, carece del peso específico y el prestigio de un Borrás o un Carranza.El brigadier del Aire Teodoro Waldner es el jefe del Estado Mayor Conjunto. Con buenas amistades entre el radicalismo, ni se le ha visto el rostro ni se ha escuchado su voz durante la presente crisis. El general Héctor Ríos Ereñil, jefe del Estado Mayor del Ejército, se está desempeñando lealmente y tiene a su favor el odio africano que le profesan sus conmilitones, que se sienten traicionados por él. Para nada se aproxima a la figura de un Gutiérrez Mellado, pero, al menos, se ha tomado la molestia de repetir públicamente que las fuerzas armadas deben estar en todo momento sometidas al poder civil legalmente constituido.

El brigadier del Aire Ernesto Crespo jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea, ha dado palabra de la lealtad y tranquilidad de su arma, que le obedece y respeta.

Crespo ha devenido en una lanzadera negociadora entre los sublevados que ocupan parte de Campo ele Mayo y el Gobierno, con buena voluntad pero sin albergar la menor indignación por la actitud de los rebeldes, sobre los que insiste que en ningún momento han intentado subvertir el orden constitucional.

El vicealmirante Ramón Arosa, jefe del Estado Mayor de la Armada -la más cabreada con esta democracia-, guarda un silencio propio de submarino en inmersión realizando maniobras evasivas.

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