Siento debilidad
intelectual por los diplomáticos extravagantes. Agustín de Foxa, conde de su
apellido fue un fascista pero no menos un excelente escritor (“Madrid de Corte
a Cheka”, “Cuid-ping-zing” o “Baile en capitanía”). El sectarismo le ha sumido
en los infiernos. Agregado en la Embajada ante la Roma de Mussolini coincidió
en una recepción con el Conde Ciano, yerno del dictador, Canciller y cornudo
manifiesto, quién le manifestó:” A usted Foxa el alcohol lo va a matar.” Era
cierto que se había pasado de copas pero
tuvo la agudeza suficiente para replicarle:” Y a Usted lo va a matar Marciel
Lalanda”. Al día siguiente un avión lo trasladaba a Madrid expulsado de Italia.
Como todo corresponsal
extranjero he tenido que convivir con diplomáticos de carrera de toda condición, y hasta uno de
ellos me casó. Guardo sicalíptico recuerdo
de uno de ellos que al ver pasar por su ventana a una señorita de
posibles, tiró los papeles, salió a la calle y tardó tres días en regresar a su
casa y a la embajada. Encima era un misógino. Otro diplomático español
destinado en Montevideo, se separó de su esposa, pero todos los fines de semana
iba con una bolsa con su ropa a la casa
de su ex para que se la lavaran. Un Embajador en Sudamérica humillaba a su
mujer invitando y exhibiendo a su amante en las recepciones. Un día la
despechada regresó de inmediato a Madrid, se sentó ante el espejo de su
tocador, y se pegó un tiro en la sien con el revólver de su marido. La doctora
a la que llamaron al conocer lo sucedido tuvo que doparle con sedantes para que
estuviera en condiciones de tomar el avión
de Iberia de regreso a Madrid camino del sepelio de su esposa.
Máximo Cajal no pertenece a
ésta sub-raza, siempre ha sido un diplomático solvente pero que muchas veces ha
roto con la política oficial de Asuntos Exteriores. Muchas veces fue “un
líbero” que ha puesto su conciencia por encima de las doctrinas. Publica ahora
su biografía “Sueños y pesadillas. Memorias de un diplomático” en la editorial
Tusquets. Cajal fue Embajador en
Guatemala, Suecia y Francia, representante permanente ante el Consejo del
Atlántico Norte, y Subsecretario de
Asuntos Exteriores. En su primera visita
a París, el entonces Presidente José María Aznar no lo convocó a ninguna de sus
reuniones desconfiando de él e hiriéndole. El ex presidente, más desconfiado
que un zorro, olfateaba de lejos, que Máximo Cajal, le haría el argumentario de
la Alianza de Civilizaciones a Rodríguez Zapatero quién no era más que un largo asiento caliente en el
Parlamento.
Como Embajador en Guatemala
fue un mártir. Indígenas desesperados entraron y tomaron su sede diplomática; el Ejército guatemalteco entró a sangre y
fuego matando a treinta y siete personas. Sólo se libró él tirándose por una
ventana con el cuerpo ardiendo. España todavía está por ver cuáles fueron las
consecuencias judiciales de aquella barbaridad.
André Malraux, abastecedor
de aviones a la II República y ocasional bombardero, juró no regresar a España
mientras Franco viviera. Su jefe de filas, el General Charles De Gaulle, no
tuvo ningún prejuicio y en 1970 visitó al Franco. Máximo Cajal fue en aquella
oportunidad el interprete y el Gran Gallo francés comentó:” Está acabado. Casi
no recuerda nada “. Y se marchó al Cigarral de Gregorio Marañón en Toledo a
tomar sus pobres notas.
Cajal nos sorprendió con un libro
“Ceuta y Melilla, Olivenza y Gibraltar. ¿Dónde acaba España?” que nos dejó
estupefactos. Proponía la entrega a Marruecos de las plazas africanas de
soberanía para así mejorar nuestra relación con el sultán y aceitar así el
conflicto de Gibraltar y por no quedarse corto sugería devolver la Plaza de
Olivenza arrebatada a los portugueses hace siglos como si tuviéramos conflictos territoriales
con Lisboa. El disparate de un diplomático enfebrecido. No es de extrañar que
éste hombre le haya dado soporte intelectual a esa Alianza de Civilizaciones
que Zapatero cifra en el Irán de los Ayatolas. Lo malo no es ser inteligente
sino pasarse. Máximo Cajal se ocupa ahora de tratarse un cáncer; que le tiendan la mano sus oncólogos
para su mejor curación.
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