Masas de rugientes catalanistas bajan por Las Ramblas barcelonesas
clamando por la integridad del nuevo Estatuto Catalán. ¿O acuden a los bares a ver el partido del
Mundial de ayer España-Portugal? Porque la política catalana se distingue por
ir siempre a contramano, y el manoseado Estatuto sólo fue votado en referéndum
por el 30% del censo lo que demuestra el escaso entusiasmo que suscita la
cogitación sobre “la nacionalidad catalana”. Que no reclamaba para nada una nueva
constitución. Cuando el diablo se aburre mata moscas con el rabo y el
Presidente Rodríguez Zapatero en una noche de tormenta coligió que había que
cambiar el Estatuto. Nunca explicó el por qué; quizás porque aspira a cambiar
de hecho la Constitución Española reformando las reglamentaciones periféricas.
La estrategia de la aproximación indirecta. Ya tenemos un problema donde no lo
había y hemos puesto al Tribunal Constitucional ante una rebelión cívica de
juguetería. La Institución ha quedado como geisha por arrozal después de
dedicarle sólo cuatro años a mirar con lupa la constitucionalidad del texto. En
menos tiempo se levanta un rascacielos de cincuenta pisos. Quién debería ser
inconstitucional es el Constitucional debiendo encargarse el Tribunal Supremo
de dirimir quién se sale de la Carta Magna. Respecto a la nacionalidad pre
ambular parece pan mojado para echar de comer a las palomas. Además el Estatuto
ya lo están aplicando por las bravas y a ver quién mete la marcha atrás. Ya se
sabe que el espejismo se caracteriza porque desaparece a medida que te
aproximas.
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