28/4/11

EL LIBRO DE HITLER (28-4-2011)

He leído dos veces “Mein Kampf“ ( Mi lucha ) de Adolfo Hitler, en años distintos y no por placer; la primera, con ánimo apocalíptico, por si tenía alguna relación  esotérica con uno de los tres Anticristos de Nostradamus,  quedando  con los pies fríos y la cabeza caliente. La última me confirmó que era el modesto  pasquín de un perro rabioso, y aún me sigue sorprendiendo que fuera aceptado sin rubor por un pueblo  tan culto como el alemán, que  tuviera  una versión francesa, que inspirara el nacionalismo árabe y turco (y hoy acaso persa), y que siga vendiéndose en todo el mundo mientras las leyes democráticas le persiguen como si fuera un retrovirus tendente a la pandemia. El periodista y documentalista francés Antoine Vitkini nos ofrece en “Anagrama”, “Mein Kampf” (Historia de un libro) en una biografía editorial tan interesante como la aventura del guión de la peripecia política de Hitler, porque nunca podrá decirse que el caudillo alemán no avisó de sus pretensiones.

No puedo captar la textura de la obra en alemán, pero en español la prosa es pedestre y ni siquiera vibrante, dada su naturaleza, y fue escrita en prisión, mitad por Hitler, mitad dictada por a Rudolf Hess, que llegó a ser su segundo antes de volar a Escocia, con facultades mentales perturbadas, y del que se sospecha metió la pluma  en el libro, siendo más antisemita que su Fhurer. La mayor extensión la ocupa el antijudaísmo. Antes que los árabes tomaran la antorcha, fue por siglos el deporte europeo por excelencia. Nuestra Isabel, la Católica, expulsó a los safardies y los falsos conversos fueron administrados por la Inquisición. Pogrom es una palabra rusa que bautizó la caza indiscriminada del judío, y en toda centroeuropa se les ha perseguido, vejado y linchado mucho antes de la Shoa, del Holocausto. Hitler no fue original haciendo del judaísmo el chivo expiatorio de la fracasada, para Alemania, Gran Guerra, el disparatado Tratato de Versalles que sembraba el huevo de la serpiente y los desastres de la Republica de Wiemar. Pero como alegato son mas entretenidos los  “Protocolos de los Sabios de Sión”, compilación de leyendas por los Servicios zaristas, o “El judío internacional” reunión de tópicos de Henry Ford, que pensaba en cadena como hacía sus automóviles.

Pero la segunda causa hitleriana no es el estalinismo soviético, ni la plutocracia internacional y menos Inglaterra o la necesidad alemana de espacio vital: es Francia, “el enemigo mortal, el enemigo despiadado del pueblo alemán es y sigue siendo Francia”. El cabo bohemio desprecia la Ilustración, el chauvinismo galo y su mezcla con la negritud colonial. Resulta increíble el pacifismo francés de entreguerras o que una gloria africanista como el mariscal Lyautey recomendara el panfleto. “Mein Kampf” vendió millones de ejemplares e hizo rico a su autor, aunque hay que descontar que buena parte los compraba el III Reich que los entregaba hasta como regalo de bodas o texto escolar. Hay un pobre hombre en Barcelona que regenta la librería “Europa” y, de vez en cuando, no teniendo los Mossos de Esquadra nada que hacer, le allanan requisando la maléfica obrita. Aduce el propagandista nazi que “Mein Kampf” está en las bibliotecas del Congreso y el Senado, en la Biblioteca Nacional y en los anaqueles de las Reales Academias. Para vencer al enemigo antes hay que conocerle, y no hay mejor vacuna antinazi que la pedregosa lectura de Hitler, que forma parte de la comprensión de los terribles sucesos que envilecieron Europa durante la mitad del siglo pasado. El neonazismo internacional es analfabeto y ni siquiera comprende la simbología hinduista de la esvástica. 

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