Dicen que con el autoemplazamiento de Zapatero comienza el futuro.
El futuro empieza todos los días, pero, en puridad, se inició cuando dos años antes de las últimas
elecciones generales el Presidente negó la crisis financiera internacional, la tradujo por una leve recesión
económica que no nos afectaría, y
anunció el camino hacia el pleno empleo. No se debe ser cruel con quienes se van aunque
la injustificada soberbia de este
hombre hace imposible la caridad. Declara
a un “ pool “ de diarios europeos que: “ Hay quien cree que
se puede ser el mejor delantero toda la vida. Pues no “. Jactancioso hasta
en su hora peor, se refiere a sí mismo. Ni delantero, ni ayudante del masajista en el banquillo.
Nunca ha trabajado por cuenta ajena, no
se ha doctorado en Derecho ni concurrido a oposición alguna, no pisó las administraciones municipales, autonómicas o estatales, no ha escrito un
libro, y su currículum se reducía a más
de una década de diputado silente por León, dejando virgen el Diario de
Sesiones, y no aprovechando tantos
años de tiempo libre para aprender
nociones de economía y un chapurreado de inglés. Pero a quién Dios no le hace docto le otorga
audacia, y en un momento de zozobra
socialista trepó a la dirección del partido
dándole un golpe de mano a José
Bono con una pandilla de amigos, ideólogos de una Nueva
Vía que sólo conducía al poder por el poder. Y dos
capotazos de suerte: la malhadada guerra de Irak y el 11-M. Una legislatura de
ingeniería social de juguete y otra de siniestro total de la que es responsable
Mariano Rajoy. Con todo eso el Presidente, ya pato cojo confeso, tiene un arterisco a pié de página como delantero de la Historia
de España.
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