10/1/12

BALSERO DE LA DICTADURA A LA DEMOCRACIA (10-1-2012)

El servicio de Prensa de Alianza Popular pidió al diario “El país” una entrevista con su líder Manuel Fraga Iribarne. Habríamos mandado a un experto en entrevistas políticas, que los teníamos muy buenos, pero por hacerle una tonta deferencia fui yo a la calle Génova en mi calidad de subdirector del periódico. Tras saludarnos a su estilo de oso a mí y a mi compañera gráfica Marisa Flórez que no me dejará mentir le hice una primera pregunta obligadamente genérica. Hasta ahí un fueron las cosas a mayores. Pero tras formularle la segunda pregunta me espetó tonante: “No pensará que tengo toda la tarde para dedicársela a usted”. Marisa y yo nos miramos con ojos asombrados y lo que pensé fue en levantarme y marchando dando un portazo aunque conocía las maneras del jefe pero recordé a tiempo que el periodismo es humildad y hasta masoquismo y a trancas y barrancas acabamos el encuentro mientras Fraga observaba divertido mi azoramiento. Pese a mis esfuerzos y su categoría política fue la entrevista más breve y más mala de mi vida.

Tenía que haber hecho memoria. Siendo ministro de la Gobernación durante la transición le convidamos a cenar al periódico señaló al director y anfitrión Juan Luis Cebrián: “Usted me ha traicionado”. Y antes que el aludido pudiera responder siquiera una cordial excusa apuntó con un dedo al otro subdirector, Darío Valcárcel: “Y usted es un agente del conde de Motrico” (José María de Areilza, a la sazón ministro de Exteriores en el mismo Gobierno del entonces agonizante Carlos Arias Navarro. Cierto que Cebrián había volado a Londres, donde este fenómeno de la naturaleza era Embajador de Franco para ofrecerse como director del primer periódico de la democracia desplazando al bueno de Carlos Mendo, su hombre de confianza para la Prensa. La primera pedrada fue en el ojo porque la primera página de “El país” salió con la fotografía de Areílza como símbolo del camino hacia las libertades. Fraga no es que tuviera memoria de elefante para los agravios sino fotográfica, y de él se decía, aunque pudiera ser una leyenda urbana, que era capaz de memorizar una página de la guía de teléfonos de una sola ojeada. Nunca le tuve la entendible enemiga de los demócratas porque junto a Juan Van- Halen, hoy senador del PP, edité la revista de poesía “Nuevo Surco” y al cuarto número los jovencísimos indigentes que eramos no podíamos pagar a la imprenta. Fraga, entonces ministro de de Información y Turismo, compró todos los ejemplares que no se habían vendido (todos) y pagó al impresor a beneficio de la poética adolescente. Era bipolar. Vivía en el ministerio (hoy Defensa) y a las tantas de la madrugada en batín y fumando un puro bajaba a la sala de teletipos para conocer las últimas noticias, dando un susto de muerte al teletipitista. En una rueda de Prensa sonaba interminablemente un teléfono, pidió a un conserje una tijera, se bajó del estrado y cortó el cable. Nos dijimos jocosos: “Este es un ilustrado porque sabe que la línea del teléfono no lleva electricidad”.

No traicionó a nadie ni a sí mismo. Fue un hombre de su época y ni siquiera creo que su estadía en el Reino Unido le enseñara la democracia que ya sabía pero no pudo ejercer. Fue leal a Franco porque eso le tocó vivir a su ambición y hasta en una cacería le llenó el culo de perdigones a la hija del Caudillo. Al llegar a ministro se encontró con una Ley de Prensa de Guerra y una censura que prohibía a Mario Vargas Llosa llamar huevón a un general peruano (“La ciudad y los perros”) en el entendimiento subnormal de que no se puede llamar tal a un entorchado sudamericano. Su Ley de Prensa trasladó la censura a los directores de los medios y las editoriales introduciendo la autocensura de los que no queríamos arruinar a nuestros jefes. En el interregno la censura oficial que se iba echó abajo entero un artículo de Francisco Franco con pseudónimo enviado para publicar en el diario “Arriba”, órgano del Movimiento. Igual fue una soterrada venganza. Franco no dijo nada tal su costumbre. Fraga entendió que el turismo no era una bagatela sino la primera industria del país y lo fomentó con tal energía que nadie hoy puede discutirle el mérito. Empezando por los Paradores de Turismo todas las primeras piedras las puso él. Le llamaban “El tractor Thompson” no solo por arrollar en sus múltiples oposiciones sino por la bravía que ponía en sus empeños.

Hoy toda la progresía ha corrido delante de los “grises” (la Policía Armada del franquismo). Confieso que generacionalmente yo no, al margen de mis afinidades políticas. Cuando el teniente general Camilo Alonso Vega (“Don Camulo”), uno de los pocos amigos de Franco, ministraba la Gobernación, yo estaba de redactor-jefe en un despacho, y cuando Fraga en el postfranquismo mandaba a los guardias y decía aquello de “La calle es mía”, estaba en otro despacho organizando que sería el primer diario de el país. Ninguna porra me midió el lomo ni Fraga me tundió las costillas. Pude verle políticamente como quien pretendió llegar a la democracia por vías distintas, pero no muy diferentes, a las de Torcuato Fernández Miranda. De ser el elegido, y no Adolfo Suarez, habría llegado a la misma meta aunque no hubiera legalizado al Partido Comunista en una primera fase. El PSOE  le habría bendecido yendo a unas primeras elecciones sin su izquierda. Pero le perdió el exceso de carácter que nunca le abandonó. El destino del hombre es su carácter. Camino de El Pardo a un Consejo de Ministros tuvo un apretón de vientre, paró su comitiva, saltó una barda, se alivió y prosiguió el camino higienizándose con una piedra. Llegando a Galicia con su amigo del alma Pío Cabanillas vieron una playa virgen y se desnudaron en la mar hasta ver por el camino una corte de ninfas de colegio protegidas por monjas de toca. Fraga salió corriendo tapándose lo pudendo y Pío le gritaba detrás: “No te cubras los cojones; tapate la cara”.

Su merito indiscutible, hasta para sus adversarios y enemigos, fue la creación de una derecha democrática y constitucional (Fue ponente de la Carta Magna), creando y recreando el conservadurismo español, ajustándolo a las libertades hasta dejarlo en manos de José María Aznar que ultimó el trabajo. Conociéndole un poco se supone que no le agradó todo lo que ocurrió desde entonces, pero hizo lo posible por no molestar.

Nota Bene.- En estos tiempos en que hasta el más empinado parece un arrebatacapas, de Fraga no podrá decirse que se haya llevado a casa una sola peseta que no fuera suya. Era capaz de cenar tres veces cordero, pero fue inmune a la corrupción. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario