El responsable de la fuerza
de bombardeo estratégico de la USAF en el teatro de operaciones del Pacifico,
general Curtis le May, por mal nombre “Pantalones de acero”, ignorante del
“Proyecto Manhattan” y la posibilidad de armamento nuclear, planeó e inició la
destrucción de Tokio, megalópolis de millones de habitantes. La capital
japonesa era madera y papel pintado y pronto la ciudad ardió por barrios
provocando más víctimas que las sufridas luego por Hiroshima y Nagasaki. Los
bomberos japoneses buscaban un cruce de calles como cortafuegos y en la esquina
situaban uno con una gran banderola roja: el fuego no podía pasar de él o toda
la brigada se consumía en pavesas como kamikazes, como viento divino. Un método
de extinción suicidamente voluntarista. El Presidente Rajoy, y lo escribo
admirativamente, recuerda al bombero abanderado japonés respondiendo al Fondo
Monetario Internacional que cumpliremos nuestros compromisos contraídos con
Bruselas y tangencialmente con Angela Merkel de reducir drásticamente el
déficit (parar el incendio) para el 2013. Ahora la oposición socialista le da
la razón a Christine Lagarde que teme que los recortes europeos retrasen la
recuperación económica. Puede ser, o no. La economía es como la meteorología.
Los socialistas en el poder siempre nos han dicho que el FMI es un oráculo muy
débil. Rodrigo Rato se fue a medio mandato, no se sabe si espantado. Strauss-Khan
cayó en un vodevil sexual. La propia Lagarde, primera mujer ministra de
finanzas del G-8 (Francia) y pionera en su actual cargo, está enredada en
procesos legales económicos en los Tribunales de Paris. El FMI parece tocado
por la mala suerte y sus pronósticos tomados a beneficio de inventario. Las
diferencias de matiz entre Guindos y Montoro están siendo selladas por Soraya
Sáenz de Santamaría y el Presidente, en Lisboa, se ha amarrado a su bandera de
bombero japonés. Nada que ver con la sopa juliana que organizaron sucesivamente
Pedro Solbes y Elena Salgado. Quizá Angela Merkel esté equivocada pero al menos
tiene un criterio y Mariano Rajoy se suma a él en busca de la confianza
perdida. Durante esta legislatura lloverán piedras pero al menos comprobaremos
si es cierta la vieja tesis de la Economía de que para crecer lo primero que
hay que hacer es empequeñecerse.
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