Es falso, y hasta invención
satánica, que una caravana mongol haya visto en carne mortal al Presidente
Mariano Rajoy en el desierto de Gobi preguntando por una cueva con agua para
pasar las próximas legislaturas. Es cierto que tras su toma de posesión pasó la
noche solo en Moncloa y tras abrir las cajoneras marchó a Galicia junto a su
familia que de su paradero guarda estricto silencio. No es menos verdad que en la Pascua Militar le sustituyó
un sosias, que por ello no habló, pero lo único cierto es que el Presidente ha
tomado el perfil más bajo posible ante una recomposición de la economía y la
Administración inevitablemente
molestísimas para los ciudadanos. Algunos hemos avisado que el PSOE ( ¿ Pero cuál PSOE ?) no daría los cien días
de gracia al PP y solo el pase negro de la contabilidad maquillada como una
puerta, pero es que hasta una candidata de la nada como la esposa del
publicitario Miguel Barroso se despacha con muy duras críticas a Rajoy para
armar con ellas la estructura de bambú de la social democracia europea que se
lleva repesa a sí misma desde Willy Brandt y Bruno Kreisky, sin que la feligresía
haya aportado una hoja de ruta o una hoja de salida. La Vicetodo Soraya y el
batallón de castigo económico han de estar diciéndonos la verdad por lo
desagradable de su información, y eso es
lo crucial que prometió el Presidente: la sinceridad. La demoscopia no le es hostil a Rajoy y ni
siquiera los españoles le reprochan que sea tan avaro de su persona. Ha calado
en las gentes que no hay otra política posible que evite la quiebra y que de
haberla no sería la que cacarean los
desunidos socialistas que acaban de dejar a España en Cuidados Intensivos. Como
nos lo han dicho sin mentir hemos asumido que lo peor está por venir y que
estos duros trances son solo un entrenamiento. Mientras siga así, brazeando en
el mar de los Sargazos, el Gobierno no perderá la confianza obtenida en las
urnas. Ergo, Rajoy puede regresar de Gobi, porque los españoles ya no se
asustan por nada.
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