Los Presidentes hablan poco
entre sí. Cuando Felipe González advirtió la deriva de Rodríguez Zapatero hacia
un parque de atracciones socialista le pidió una larga entrevista sosegada. Le
citó en Doñana, donde veraneaba, y cuando llegó encontró un banquete con media
Junta de Andalucía, ministros y correligionarios varios que hacían imposible
una reflexión entre los dos Presidentes. Felipe comentó la argucia:”Solo
faltaban los guardeses del parque”. Los ex –Presidentes son un bien de estado y
conviene utilizarlos como sanedrím porque a menudo la experiencia supera la
inteligencia, y por lo general solo aspiran a tener algo más que una nota a pié
de la página de la Historia. Hay que repetir que José María Aznar no pretende
desestabilizar a Mariano Rajoy porque aquel es sensato hasta el aburrimiento, y
aún menos aspira a ser cabeza de cartel en un 2015 que lo será envuelto en
tinieblas. Su breve conferencia ha
complacido a los asistentes y no ha herido a nadie. Y la ha pronunciado en su
calidad de Presidente de FAES y no de ex –Gobernante o Presidente de honor del
Partido Popular. Como el dominio del inglés parece haberle aproximado al mejor
liberalismo lo suyo es firmable por la dirigencia del PP y hasta por notables
individualidades socialistas. Es cierto que Aznar ha diseñado al milímetro sus
reapariciones públicas y la opinión publicada y radiotelevisada está empeñada
morbosamente en equipararle al General Douglas McArthur y su “¡ Volveré!”
cuando huyó de Filipinas. No estamos acostumbrados a que los ex –Presidentes
aporten contenidos conceptuales sobre la política que les sucede y los dedos se
nos hacen huéspedes conspirativos. Probablemente es cierto que los hombres solo
sabemos hacer una cosa cada vez. El Gobierno está entibando el Estado y más
vale que no se distraiga y derrumbe la mina. Aznar no ha presentado un Plan B
de Gobierno sino un apreciable cuaderno de notas sobre lo que habrá que hacer
tras la extinción de la crisis. Casi un programa para próximas generaciones.
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