Decía
Ortega, autor de la desasosegante “España invertebrada”, que “lo que nos pasa a
los españoles es que no sabemos lo que nos pasa; y eso es lo que nos pasa”. Hoy
lo que nos ocurre es que en este país no cabe un gil más, y empeñados algunos
en recortar el territorio acabaremos amontonados unos sobre otros. Tenemos
patricios que sugieren una coCapitalidad para Barcelona que no sosegaría a los independentistas que con
Madrid solo quieren Embajadas. Potsdam compartió primogenitura con Berlín,
siendo más prusiana que la actual capital, como la jolgoriosa Río de Janeiro
fue despojada de Gobierno para abrir Ministerios en la jungla de Brasilia.
Argentina intentó llevar la capitalidad a Viedma, en la
Patagonia, y ahora da vueltas con Santiago de Estero, al trópico. A la
postre todo queda en grandes negocios urbanísticos e inmobiliarios de corrupción
rampante. Nuestros reinos fueron nómadas hasta que Felipe II, desoyendo
imprudentemente a los patrocinadores de la Capital en Lisboa, fijó la Corte en
Madrid pero enclaustrándose en El Escorial y a la Villa y Corte, o
poblachón manchego, le cuesta dinero la
sede gubernamental. Más que Capital, Barcelona merecería el Ministerio de
Hacienda, la Agencia Tributaria (para ver quien roba a quien) y Fomento, con
derecho de pernada del 3%. Economía podría discutirse entre Vitoria, Bilbao o
Pamplona, según la demoscopia territorial del momento. Interior y Justicia a
Sevilla, por carga de trabajo, y Defensa y la Flota a Canarias, lo último que
nos quedará por resguardar. El monarca no
tiene problema porque es Rey donde esté, aunque acampe en un baldío. Es
un sistema de descentralización nazi en el que Heyddrich era el número dos de
la seguridad estatal y Protector de Bohemia y Moravia, Goering sucesor de
Hitler, jefe de la “Lutwaffe” y Ministro de Prusia, y von Schirach caudillo de
las juventudes hitlerianas y “Gauletier” (gobernador) de Viena. Acaso perdieron
por eso. Entre pelafustanes y paridores de Constituciones milagrosas
alcanzaremos la saturación del gatuperio y quizá descifremos el enigma de Ortega.
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