En gran medida importantes medios de comunicación habitan la triple
tensión de no haber previsto su transición económica, atravesar la crisis
financiera y sufrir el cambio tecnológico del modelo productivo. Fracasó el
sensacionalismo anglosajón como predijera en su día Luis María Anson, pero
prevaleció, especialmente en algunas televisoras, un sectarismo político de
aldea, garrota y el pienso del “share” como único referente intelectual. Nada
nuevo bajo el sol. El “Informaciones” del pasado siglo que llegó a ser un
impagable suspiro liberal en el franquismo tardío fue en su apogeo sufragado
por la Embajada nazi, la retirada hacia Berlín era descrita como “…avances
elásticos sobre la retaguardia” y nunca dio la noticia de la rendición alemana.
El Presidente Rajoy ha sido presentado “ad nauseam” como un indolente
perseguidor de puros, un rompedor de pactos con su electorado, un servidor
acrítico de la Banca alemana, un cómitre de galeras sobre los más
desfavorecidos como si se levantara cada mañana urdiendo como volatilizar el
Estado de bienestar que nos queda, y un pasivo inerte ante el despiece
territorial. En estos tiempos digitales Rajoy tiene el problema de querer ser
antes que parecer y, por añadidura, no
le gusta la frivolidad de tantos medios, condición indispensable para no gozar
del carisma recauchutado de un Felipe o
un ZP. La caricatura que de él se ofrece no se corresponde con el
fajador que nos libró del rescate cuando lo exigían Merkel, Draghi y hasta los
chinos, y si se comenta el salvataje de parte de la Banca se olvida que también
se salvó a los cuentacorrentistas. Y el tiempo esclarecerá si es Artur Mas
quien está perdiendo el tiempo ante el silente sentido común de La Moncloa.
Pero Rajoy no quiere venderse a sí mismo
hasta el punto de desfavorecerse: ignoramos las atenciones a su anciano padre,
lo más personal que sabemos de su esposa es que la llaman “Viri”, nada de los
habituales reportajes gráficos en los jardines presidenciales, nada que le haga
empático con los periodistas siendo de trato en corto muy afable. Entiendo los
sufrimientos de Cármen Martínez Castro. Será un error que no repita legislatura
aunque sea en mayoría minoritaria pactable.
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