Se podría remedar a Bertolt Brecht suponiendo que cuando derribaron
las Torres Gemelas solo estaban cuestionando el “American way of life”; los
atentados de Madrid solo fueron un ruidoso recordatorio del Califato de
Córdoba, y los sucesos de París un aviso de cancelación del trinomio libertad-igualdad-fraternidad. Suelo charlar
con un cura de hospital que yendo a sus
enfermos perdió un brazo y una pierna en Atocha. Recuerdo con mi amigo que
no apagamos la Puerta de Alcalá ni
entramos en choque psicológico sino que en un denso silencio los pacientes se
vestían y abandonaban sus camas y los taxístas se convertían en transporte
público gratuito. Ahora visto en lejanía tiene su sentido que la mayor
atrocidad fundamentalista cometida en Europa lo fuera en Madrid. Lo de París
suena a “…dejá vu” y podríamos envidiar la manifestación de ayer y la pasarela
de representantes internacionales que no le fue concedida a Madrid quizá
pensando que lo nuestro era una cuestión local. Pero siempre nos quedará París
como a los amantes de “Casablanca”, porque, al fín, la sangre de los hacedores
de “Charlie Hebdo” ha convencido al mundo de la existencia de una guerra santa
contra la civilización judeo-cristiana en las dos orillas del Atlántico, aunque
Europa, por razones geográficas, será el Armagedon.
No solo se debe desnacionalizar a quien se sume a fuerzas
irregulares yidahistas, sino que hay que establecer un doble repaso a la
concesión de nacionalidades: no es igual residir a un ecuatoriano que a un
sirio-libanés, a menos que este pida asilo huyendo del salazísmo. La Unión
Europea debe decidir si los minaretes son más altos que las agujas de las
catedrales, y si podemos multiculturalizarnos con un Islám que trata a las
mujeres como reses. El Imperio Romano-Germánico tiene más Historia de la que
puede digerir como para absorber al mundo islámico. A los muslimes les sacamos
de España y se les detuvo por dos veces a las mismas puertas de Viena. Teorizar
sobre el diálogo entre la cruz y el turbante´, como aquellos encuentros entre
católicos y protestantes, es llevar el ecumenismo a un infierno intelectual.
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