Estaba
en las coplas de ciego el deseo de Eduardo Torres-Dulce de abandonar la
Fiscalía General del Estado desde antes de la salida de Justicia de su buen
amigo Alberto Ruíz Gallardón. El del Fiscal ha sido “Un largo adiós” (Robert
Altman) y no la accidentada “La diligencia” de John Ford. Respetando las
ciertas razones personales que aduce el dimisionario su marcha corresponde a
conceptos distintos de la Institución, de la jerarquización imperante desde los
Gobiernos socialistas a una mayor autonomía de criterio y ejercicio. Torres-
Dulce de enteraba por los periódicos de nombramientos de fiscales que al menos,
deberían habérsele consultado, y, además, es un hombre profundamente disgustado
con la actual administración de Justicia, que considera fracasada. Lo
misterioso es por qué aceptó la responsabilidad que ahora abandona. Quizá
porque la vocación fiscal le data de 1.976 y ha pasado por todos los escalones
de la carrera siendo biográficamente ajeno a la carcundia con que pretende
empañarle la caverna de la izquierda con las boberías de que su padre y su tío
tuvieron responsabilidades jurisdiccionales durante el franquismo o que
parientes suyos son del Opus Dei. Cada uno es hijo de su tiempo y el de nuestro
dimisionario es el cinematógrafo, desde el mudo. Antes que como jurisconsulto
Torres-Dulce era conocido como cinéfilo y culto crítico en los medios de
comunicación. Antes de la Fiscalía una tarde de la semana cogía a su mujer e
iban a visionar un par de películas en sala, que es como se debe ver el cine,
al margen de los vídeos que estudiara en su televisión. Incluso llegó a ser
co-guionísta de una película de José Luis
Garci, y tiene un par de libros sobre el séptimo arte. Estoy con él en
la admiración por John Ford, tuerto en la batalla de Midway, contraalmirante de
la US Navy y cuya trilogía sobre la caballería le valió fama de homosexual y
fascista, de machista militarista y nenaza, según el radicalismo político de
cada cual.
No le separó del Gobierno
su acuerdo con el encarcelamiento de Bárcenas y cuando el desafuero con los
fiscales catalanes a cuenta de los agitadores del secesionismo, Torres-Dulce ya
había decidido dimitir. Precisamente no aprovechó la salida de Gallardón
previendo el conflicto con la Justicia catalana. EL Caso Noos también es completamente ajeno a su
dimisión. Simplemente quiere otra administración Fiscal y más medios, lo que no
estaba a su alcance, y ha preferido una buena película.
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