El populismo es carroñero, y desde la nada trepa por la cucaña de
las miserias ajenas como genuino opio del pueblo, tal como aquellos tratantes
de ganado en ferias extramuros que repoblaban la cabaña diezmada por las pestes
vendiendo por barato vacas tuberculosas o mulas con las mataduras maquilladas
con sebo rancio, y dándose al abigeato rematando su prosperidad como cuatreros.
No es casual que en Atenas se recuerde ahora a Pericles, hombre ilustrado, buen
orador y gran corrupto que desde 500 años antes de Cristo aún no ha presentado
las cuentas del Partenón. Perón pedía pañuelos para limpiarse asqueado tras besar a
los niños o los ancianos, y su Movimiento Justicialista comenzó regalando
dentaduras postizas usadas y procede ahora
ha suicidar fiscales tras haber arrasado una de las más prósperas economías
mundiales. Desde los hermanos Graco la cuenca mediterránea es proclive a estos
sueños de la razón, y así la ilusoria “Primavera árabe” deconstruyó la cornisa
de enfrente en otras dictaduras o el Califato degollador. En Grecia, Francia o
España los tratantes han encontrado nuevas oportunidades vendiendo crecepelo a
ciudadanos infelices por una crisis financiera internacional, de las muchas,
superadas, que se han dado. Desideologizados, superando las izquierdas y las
derechas como José Antonio Primo de Rivera, llegan despreciando la propiedad
privada, la libertad de Prensa y demonizando la austeridad que creíamos virtud
de ciudadanos y sociedades. Aupándose en el asamblearismo centralista superan
la casta para instalar los privilegios de su nomenklatura, presta al despotismo
analfabeto. Imagen, oportunismo, indefinición, imprevisibilidad, cesarismo e
igualdad autoritaria en una naturaleza desigual, son sus principales huellas
dactilares. Los comunistas están muertos, pero como los personajes de Henry
James en “Otra vuelta de tuerca”, no lo saben y surgen del osario de la
Historia bajo un sudario de harapos populistas, vendiendo la demagogia más
abyecta en los espacios televisivos más cutres. Estos perillanes tratan al
pueblo como ganadería y confían miserablemente en que funcione el vértigo del
suicidio colectivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario