Sereno y reposado, como es habitual en él,
vestido de civil, el presidente Reynaldo Bignone intentó la noche del viernes
insuflar nuevos ánimos y confianza a este vapuleado país. En una intervención
radiotelevisada con ocasión de su primer año como presidente de la nación,
Bignone no tuvo más remedio, pese a todo, que admitir los obstáculos que se
oponen al proceso democratizador. "Los principales inconvenientes y
obstáculos que enfrenta la nación para volver a la democracia", dijo,
"surgen de las secuelas de la guerra contra la subversión".
Bignone
afirmó que en ningún caso se tolerará que sea negado el resultado de aquella
lucha, "ni que cualquier aspecto de su trámite sea empleado para alentar
nuevamente la violencia". Así, repartiendo mensajes conciliadores
dirigidos a los militares duros que temen verse abocados a procesos judiciales
por sus excesos durante la represión, Bignone hizo un llamamiento a la fe y a
la esperanza, y se ratificó en que, "transcurridos 12 meses, creemos con
más fuerza que nunca que la nación necesita la democracia". "Pero los
comicios", continuó, "y el debate de las cuestiones del país en los
distintos foros que la Constitución establece no son por sí mismos garantías de
paz y estabilidad. Son signos imprescindibles y vitales de una democracia, pero
requieren estar asentados sobre un compromiso profundo de todo el pueblo, que
es de naturaleza esencialmente espiritual".Bignone no es un militar común
ni responde en nada al estereotipo del militar latinoamericano. No en balde se
le extrajo de su retiro para presidir esta dificilísima transición. Es un
hombre mesurado, con autoridad personal, y de talante conciliador. En su
discurso del viernes ha intentado calmar los ánimos sin pronunciar por ello
ninguna mentira. Su alusión a la crisis espiritual de la nación es algo más que
una licencia literaria.
En la
mañana de su intervención pública, Bignone, inusualmente, reunió en un almuerzo
en la Casa Rosada a los tres miembros de la Junta Militar para analizar la
situación del país y el borrador de su discurso. Y mañana, el teniente general
Cristino Nicolaides, jefe del Ejército, tiene citados en Campo de Mayo a todos
los generales de división del Ejército de Tierra. De esta reunión puede de
pender en buena parte la celebra ción de las elecciones de octubre.
La aviación
y la marina -particularmente la primera- son conscientes de la necesidad de
llegar a las elecciones, pero sectores importantes del Ejército de Tierra
(especialmente los mandos jóvenes e intermedios) estarían por interrumpir el camino
hacia las urnas e intentar mejorar la situación económica y dejar perfectamente
claro cuáles serán en el futuro las responsabilidades por la guerra
sucia contra la subversión antes de llamar al país a las urnas.
Es seguro
que este Gobierno militar dictará en breve una ley de pacificación por la que
quedarán autoamnistiados los responsables de muertes, torturas y
desapariciones. Y no es menos probable que el primer congreso democrático se
vea obligado a revisar esta autoamnistía. Pero no existe otro camino ahora para
salir del atolladero. Y todos desean fervientemente que Nicolaides, hombre
clave de la situación militar, no se vea desbordado por su derecha.
Rechazo de la guerra
Para ayer
estaba convocada una manifestación, Por la paz y la democracia, que
se esperaba multitudinaria, frente al Congreso de Buenos Aires y en las
principales ciudades del país. El Movimiento de las Juventudes Políticas, en el
que se integran 11 partidos, ha hecho esta convocatoria por el manteniafiento
del calendario hacia la democracia y en rechazo de una hipotética guerra con
Chile por el contencioso del canal de Beagle.La Multipartidaria, por su parte,
apenas salida del estupor de los rumores golpistas de estos días y encizañada
por las elecciones internas de cada partido previas a los comicios de octubre,
ha decidido al fin reunirse la próxima semana. Todos, políticos, obispos,
numerosos generales, los miembros de la Junta Militar, el propio Bignone,
intentan convencer al bunker golpista atrincherado en el
Ejército de Tierra de que el país no tiene otra salida que las elecciones.
El
principal problema reside, como acertadamente admite Bignone, en que Argentina
está deviniendo a pasos agigantados en una inmensa corte de justicia. No podía
ser de otra forma. Son demasiadas las víctimas y demasiados los familiares que
esperan justicia.
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