24/1/84

El general Ramón Camps será el primer militar argentino al que se juzgue por torturas (24-1-1984)

El pasado fin de semana los diarios argentinos publicaron edictos del Ministerio de Defensa instando a la población a aportar pruebas, documentos, evidencias que puedan consolidar el informe del fiscal militar en contra de las tres primeras juntas militares que gobernaron el país desde 1976, y procesadas ante el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas por presuntos delitos de privación ilegítima de la libertad, aplicación de tormentos a los detenidos y desaparición de personas.

Todos los pasos formales previos han sido dados para el inicio de los juicios sumarios contra los tenientes generales Jorge Rafael Videla, Roberto Viola y Leopoldo Galtieri, los almirantes Emilio Eduardo Massera, Armando Lambruschini y Isaac Jorge Anaya y los brigadieres mayores del Aire Orlando Agosti, Omar Graffigna y Basilio Lami Dozo.Los nueve se encuentran en Buenos Aires y sólo Massera se halla detenido por un supuesto delito ajeno a esta causa. Todos ellos se reunieron recientemente en el apostadero naval de El Tigre (en el nacimiento del río de La Plata), donde se encuentra preso Massera, para elaborar una estrategia común de defensa que pivotará sobre el hecho de que el Gobierno constitucional de Isabel Perón les ordenó "combatir la subversión hasta su aniquilación final".

Aquella orden fue firmada por el entonces presidente provisional de la nación, Ítalo Argentino Lúder, presidente del Senado y reciente candidato presidencial peronista, ante una enfermedad de los nervios de la presidenta.

Se espera que en esta semana comiencen los interrogatorios de los nueve implicados, pero dentro del sigilo con que actúa la justicia castrense se tiene por más probable que se active la causa seguida ante la misma corte contra el general Ramón Camps, ex jefe de la policía bonaerense, encausado, igual que las tres juntas, por un decreto del Gobierno radical.

Causa muy avanzada

La causa contra Camps, quien alardea de haber hecho desaparecer a 5.000 personas, haber cambiado la identidad civil de hijos menores, de supuestos subversivos e, implícitamente, de haber practicado la tortura a escala industrial, se encuentra más avanzada que la de los nueve triunviros.

Entre los muchos cargos documentados en contra del general Camps se cuentan las declaraciones de Jacobo Timermann y las de Alfredo Bravo, actual subsecretario para la Actividad Docente en el Ministerio de Educación.

Timermann, quién acaba de regresar a Argentina, ha invertido buena parte de su tiempo en rastrear el chupadero boanerense en el que fue torturado. (En la jerga militar, chupar significaba proceder a la desaparición de una persona, y chupadero, una de las miles de cárceles clandestinas.) Lo ha encontrado en unos locales abandonados de la policía de Buenos Aires en los que ya había comenzado a trabajar la piqueta de demolición. El testimonio de Timermann es definitivo para la suerte del general Camps.

No menos importante es el del maestro Bravo, ahora subsecretario de Educación. Militante radical preocupado por la defensa de los derechos humanos, fue chupado y sometido a simulacros de fusilamiento.

El general Camps, ya en su retiro, preso desde hace una semana por orden del presidente Alfonsín, no alcanzó el grado de divisionario por desdén de sus camaradas. Herido en su amor propio y un punto enloquecido, parece, por sus declaraciones públicas, querer encabezar gallardamente toda la barbarie de la represión.

Hasta ahora ni se excusa ni apenas niega sus supuestos crímenes. Aduce que aquella fue una guerra, y pertenece a la raza de militares que creen que en la guerra todo está permitido para obtener la victoria. Su proceso será una prueba para el encausamiento de sus camaradas de mayor graduación.

Camps, como jefe de la policía bonaerense, dependía directamente del comandante del Primer Cuerpo de Ejército, general Suárez Mason, y éste, a su vez, del teniente general y ex presidente Jorge Rafael Videla.

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