Una cierta inconsciencia de
la fragilidad de la democracia argentina, más elevadas dosis de provocación
involucionista están caracterizando el bochornoso verano porteño.Bandas de
rufianes están convirtiendo Mar del Plata (la ciudad atlántica de veraneo de la
burguesía media argentina) en una continua batalla nocturna, a duras penas
reprimida por la policía federal, y los incidentes a las puertas del Palacio de
Justicia o del Congreso a la salida de los militares declarantes han alcanzado
su cota máxima con las agresiones del martes contra el general Luciano Benjamín
Menéndez.
El general Menéndez es tío
del general que rindió las Malvinas e hijo de otro general Menéndez que en 1951
intentó infructuosamente sublevarse contra el régimen constitucional presidido
por Juan Domingo Perón.
Luciano Benjamín Menéndez
comandó el tercer cuerpo de Ejército (Córdoba, en el centro del país) durante
los primeros años de la presidencia militar del general Jorge Videla. Cabeza
visible de loshalcones castrenses,
pasé al retiro tras intentar derrocar al presidente Roberto Viola.
Recientemente, Menéndez
formuló declaraciones a la Prensa túdando de terroristas y subversivos a
quienes, exceptuados el presidente y los congresistas, hablaban de excesos
militares en la represión. El Congreso le citó el martes.
Cuando se disponía a
abandonar el Congreso, una multitud hostil bloqueó la puerta. "Si la
Cámara no garantiza mi libertad, me abro paso a sablazos", dijo a los
diputados que le acompañaban.
¡Cobarde, asesino,
torturador!
Desde fuera le voceaban:
"Cobarde, asesino, torturador, sal a la calle solo". Su escolta
personal se abrió paso a puñetazos hasta los coches; dentro de ellos exhibieron
sus pistolas y las amartillaron; una lluvia de piedras destrozó los parabrisas
de los autos. En el límite del linchamiento llegó al Congreso la Guardia de
Infantería, con tanquetas, y un comandante dio una sola orden:
"Peguen". Diputados, periodistas, guardaespaldas, revoltosos,
curiosos, rodaron por los suelos en una pequeña pero sumamente enérgica batalla
campal en el centro de la ciudad, afortunadamente saldada con sólo siete
detenidos; tres de ellos, heridos por apaleamiento, navajazos o gasolina en los
ojos. El general Menéndez pudo abandonar el Congreso en otro automóvil.Éste es
el clima, en el que ahora ha trascendido que el sábado pasado el presidente
Alfonsín, junto al ministro de Defensa, Raúl Borrás, se reunió en Campo de Mayo
con los nuevos jefes de las fuerzas armadas en un almuerzo ofrecido por el
presidente. Nada se informó sobre la reunión, pero fuentes militares han
filtrado la preocupación expresada a Alfonsín por los jefes de Estado Mayor de
cada arma por las investigaciones sobre la lucha antisubversiva.
En cualquier caso, algo
parece muy claro: el desorden público, los intentos callejeros de linchamiento,
la catarata de denuncias y procedimientos judiciales, toda la crispación y el
odio, tanto pueden proceder de la comprensible indignación de los argentinos
como de una provocación orquestada por servicios y policías paralelas aún no
desmontados.
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