11/1/84

Jacobo Timerman (11-1-1984)

Jacobo Timerman regresó en la mañana del sábado a Argentina, tras cuatro años, tres meses y once días de exilio en Israel, España y Estados Unidos. Se ignora quién teme más su regreso: si el general Ramón Camps, ex jefe de la policía bonaerense, que le torturó y contribuyó a mantenerle 30 meses detenido sin condena judicial, y con el que desde ahora puede cruzarse en cualquier esquina porteña, o la casi totalidad de los periodistas argentinos vivos en el país y mayores de 30 años.

Regresó con pasaporte israelí, procedente de Nueva York, donde su hijo mayor organiza una publicación financiera para inversores latinoamericanos en Estados Unidos, y acompañado de su silenciosa, dulce y hermosa esposa Risha, quien visitó previamente Buenos Aires hace unas semanas. "No soy la víctima más terrible de lo ocurrido; estoy vivo y mi familia también lo está. He podido volver y creo que mi deber es ponerme al servicio de las organizaciones de derechos humanos para que me digan en qué medida puedo ayudar a llevar a la cárcel a los lunáticos criminales como el general Camps, que hicieron del genocidio una tarea diaria".Nacido en Ucrania hace 61 años, este periodista, dotado de tanto talento como soberbia intelectual, dirigió en Argentina las revistas Primera Plana y Confirmado, antes de fundar el diario La Opinión, que revolucionó la técnica, presentación y contenido de la Prensa argentina. Siempre aspiró a hacer algo más que una revista o un periódico y desde sus publicaciones contribuyó al derrocamiento del presidente radical Arturo Illia por el general Onganía en 1966 y al de Isabel Perón por el general Videla diez años más tarde. Pero nunca fue un servidor del poder, al que - antes de halagar pretendió siempre inspirar. Camps -El carnicero de Buenos Aires- cayó sobre él como una maldición. El 45% del capital de La Opinión de Jacobo Timerman estaba en manos de David Graiver, también judío, jovencísimo y hábil financiero, que llevaba la contabilidad de sus dos bancos en la cabeza y del que con fundamento se sospecha que administraba los dólares negros de los montoneros y del sector más corrupto de la oligarquía militar. Graiver murió antes del golpe de 1976 al estrellarse en México su avioneta, aunque jamás pudo identificarse con seguridad su cadáver, despiezado y calcinado.

Todo el suplicio de Timerman, relatado en Preso sin nombre, celda sin número, se origina con la fijación obsesiva del general Camps de queLa Opinión se financiaba con dinero montonero y de que Timerman y Graiver eran cabezas de una conspiración sionista para marxistizar Argentina. En Ezeiza, Timerman fue destemplado con los periodistas que le preguntaron por estas cuestiones. Magnífico director de diarios, los mejores periodistas argentinos se formaron a sus órdenes. Todos tienen una palabra de elogio para su inteligencia, ninguna palabra de cariño; en la profesión se le respeta, pero se le teme más.

El lobby judío estadounidense y sus propias relaciones argentinas lograron evitar su muerte y consiguieron su liberación: fue expulsado y privado de la ciudadanía, y sus bienes, confiscados. Ahora, la redacción y talleres de La Opinión los disfruta Tiempo Argentino, de erráticas e indefinidas adscripciones políticas. Tiempo ya se ha querellado contra sus colegas La Razón y Clarín, por presuponer que el diario de Timerman fue adquirido fraudulentamente. Timerman, además de para debelar a sus torturadores, ha regresado para recuperar sus bienes.

Duda entre volver a dirigir un diario -"podría hacerlo aquí o en Madrid"- o establecer "tres hogares, en Buenos Aires, Tel Aviv y Nueva York, y escribir libremente libros y reportajes". El New York Times le ha encargado un extenso artículo sobre Argentina y el New Yorker, otro de 8.000 palabras sobre Nicaragua, a donde marchará en breve para una estancia de tres meses.

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