Una misión del Fondo
Monetario Internacional (FMI) encabezada por el catalán Joaquín Ferrán llegó
ayer a Buenos Aires para estudiar el nuevo plan económico argentino de lucha
contra la inflación. Anteriormente, el FMI había decidido congelar el
desembolso de los tramos crediticios correspondientes a febrero y mayo (unos
600 millones de dólares), dado el incumplimiento argentino con las metas
acordadas con el alto organismo monetario. Sin embargo, el propio FMI pidió al
conjunto de bancos acreedores de Argentina la continuación de sus negociaciones
con Buenos Aires sobre un paquete crediticio de 4.200 millones de dólares.
Buenos Aires
Hasta tanto -primeros de
junio- Argentina no vuelva a recibir dinero
fresco del FMI, hará frente
a sus compromisos internacionales mediante un crédito puente de 500 millones de
dólares proporcionado por el Tesoro estadounidense.Esta congelación de crédito
del FMI a la Argentina no es más que otro episodio de la patética guerra
antiinflacionaria librada por el Gobierno radical del presidente Alfonsín, y de
sus consecuencias sobre la política interna del país.
Bernando Grispun, primer
ministro de Economía de la Argentina democrática, adscrito al ala izquierda del
radicalismo, carecía de fe en las posibilidades del país para detener la
catarata inflacionaria, y practicó una política de obstrucción y
enfrentamientos con los veedores del Fondo Monetario.
Su sustituto, Sourrouille,
un técnico no afiliado a ningún partido, es tan pesimista como su antecesor
pero comprende la necesidad de colaborar sinceramente con el FMI.
Con una inflación anual
estimada actualmente en el 800% por ciento, el FMI se ha limitado a ejercer una
pequeña presión psicológica sobre las autoridades económicas porteñas.
Las especulaciones
alarmistas que apuntaban hacia una hipotética ruptura entre el Fondo y la
República Argentina carecían de sentido por dos razones: el FMI no iba a tomar
una medida tan drástica precisamente estando el presidente Alfonsín en visita
oficial en Estados Unidos y, en cualquier caso, el Fondo es el primer
interesado en que Argentina no rompa el actual esquema negociador, arrastrando
con su ejemplo a otros grandes deudores latinoamericanos.
El Ministerio de Economía
argentino está haciendo serios esfuerzos para presentar el FMI un plan
económico que rebaje la inflación este año a un 300%. Presumiblemente es una
meta puramente utópica; para el mes de abril, y dentro del esquema de lucha a
corto plazo, se ha establecido una hipótesis inflacionaria del 18%, dejando
flotar por encima de ella los combustibles, las tasas de interés y el tipo de
cambio.
Alto coste social
La reducción del gasto
público y el achicamiento del sector público exigidos por el Fondo Monetario
Internacional para disminuir la inflación supondrían un alto coste social al
que se resiste firmemente el Gobierno radical; pero éste ha dado una nueva
prueba de buena voluntad abriendo sus reservas petroleras a las compañías
internacionales extractoras como medio de financiar el pago de la deuda externa
y de obtener dinero para el empleo público y los programas sociales.El
presidente Raúl Alfonsín arrastra con esta medida, anunciada en su visita a
Estados Unidos, severas críticas del peronismo y de su propio partido, ya que
una de las constantes del nacionalismo argentino ha sido la exagerada
protección de su autarquía petrolera.
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