Los bruscos descensos en las bolsas de valores brasileñas y la
paralización de la alta Administración del país retratan fielmente la gravísima
situación planteada por la enfermedad de Tancredo Neves: todo es posible en
Brasil si el presidente electo fallece o no puede asumir su cargo por
incapacitación permanente.
Los recientes procesos democratizadores en el Cono Sur
latinoamericano -Argentina, Brasil y Uruguay- son muy distintos entre sí, pero
entre ellos el brasileño es el modelo más alambicado, estructurado además sobre
un frágil equilibrio de intereses y de poderes en el que el fiel es,
precisamente, la persona de Tancredo Neves.Hubiera sido gravísimo para los
primeros pasos democráticos de Argentina o Uruguay la enfermedad o muerte de
Raúl Alfonsín o Julio María Sanguinetti, pero sus vicepresidentes, Víctor
Martínez y Enrique Taribó, con menor carisma popular, con menos autoridad
partidaria, hubieran podido, empero, hacerse cargo de sus presidencias
republicanas y partidarias. No es este el caso de Brasil, y si Neves no asume
su presidencia se habrá roto la constelación de los astros que permitió que la
oposición al régimen -el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB)-
ganara una elección presidencial indirecta, organizada y manipulada por el
propio régimen militar.
Lo elaborado,
jesuítico y hasta mágico de esta primera transición brasileña ahora en trance
de abortar podría ser explicado con un ejemplo extrapolado pero ilustrativo: es
como si en España, tras la autoinmolación de la UCD, el PSOE hubiera ganado las
elecciones con la fórmula Felipe González-Landelino Lavilla como presidente y
vicepresidente.
José Sarney,
poeta, académico de la Lengua, muchas tallas por debajo de las sobresalientes
figuras políticas brasileñas, fundador y presidente del Partido Demócrata
Social -el partido de la dictadura militar-, es Landelino Lavilla. Habría que
imaginar el problema político originado en España si por incapacidad o muerte
de Felipe González hubiera asumido la presidencia del Gobierno el líder de una
fracción del partido derrotado en las elecciones, y multiplicar la confusión
por todo lo que conlleva no ya un cambio de Gobierno en unas elecciones
legislativas, sino una transición desde la dictadura militar a la democracia
parlamentaria, para entender el actual problema brasileño.
Neves fue elegido
como hombre providencial por múltiples factores: era el hombre más a la
izquierda de las derechas, concitaba una cierta unanimidad favorable entre las
masas que reclamaban una elección presidencial directa, su acendrado
catolicismo y su probada moderación tranquilizaban a las Fuerzas Armadas en
retirada, su talante obsesivamente negociador -"sólo se hace política con
los enemigos", recordaba a menudo- le permitía iniciar su Gobierno con el
respaldo político del PMDB, que ni es un partido ni un movimiento sino un cajón
de sastre en el que se guarecieron todos los partidos de la oposición
brasileña; finalmente, su avanzada edad permitía esperar que, una vez elaborada
la nueva Constitución y reorganizados los partidos, convocaría elecciones
presidenciales anticipadas y directas.
'La tancredanza'
Todas estas
delicadas mimbres apretadas en la mano de un solo hombre es lo que se denominó la tancredanza, y todas las complicadas maniobras previas se
conjugaron por el verbo irregular tancredar. Una diverticulitis puede acabar con todo el
diseño.
La hipotética
muerte o incapacidad de Neves plantea también un problema de interpretación
jurídico-constitucional: si un presidente electo puede renunciar sin haber
asumido el cargo y, si así fuera o si renunciara sin haberlo ejercido, si sería
válida la asunción del vicepresidente. Pero la disquisición jurídica carece de
relevancia ante el pantano político de fondo.
José Sarney no
puede gobernar la transición política brasileña, ni cuenta, obviamente, con el
menor respaldo del PMDB, ni tiene autoridad moral o políticapara presidir la
República federativa de Brasil. Sarney, fundador y presidente del partido de la
dictadura militar, se separó de éste poco antes de las elecciones para crear,
junto a Aureliano Chaves -vicepresidente del general João Baptista Figueiredo-,
el Frente del Partido Liberal, con el que un puñado de notables del régimen
desembarcó en las playas de la oposición, permitiendo así el triunfo de ésta y
de Neves y garantizando su supervivencia política en la nueva etapa democrática.
Todo puede fallar
por donde menos se esperaba, ya que nadie ponía en duda -ni sus enemigos- la
fortaleza física de Tancredo Neves.
En la
inciertísima perspectiva política brasileña sólo una cosa ya es segura: el
implícito interinato de Neves -dos o tres años hasta la convocatoria de
elecciones presidenciales directas- habrá de ser sensiblemente acortado.
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