Tampoco hay que celebrarlo
todo, ni siquiera el final de la “ mili
“ disfrazado de logro socialista
cuando el PSOE siempre fue partidario militante de la conscripción. Pero los
aniversarios sirven para remover los posos de la taza y averiguar
de que estaba compuesto el brebaje. A Leopoldo Calvo-Sotelo se le endosa
como mayor mérito en su brevísima gestión nuestro ingreso en la Alianza Atlántica. Hace 30 años dedicó su tiempo a esa incorporación que daría otra perspectiva política e
internacional a nuestro Ejército. Felipe González ( y Alfonso Guerra ) se lanzó como un jabalí prometiendo las penas del
infierno si entrábamos en la OTAN. Antes había negociado con los soviéticos
oponerse a la Alianza a cambio que Moscú dividiera a los comunistas españoles , cosa que hicieron con Ignacio Gallego y tendiendo trampas para osos
a Santiago Carrillo. González los
traiciono a todos: al Kremlin y a sus
votantes antiatlantistas con el olvidable referéndum, “ de
entrada, no “, colmo de imprecisión sintáctica a la que no se sabía que responder. Felipe pagó el precio de
otra división socialista; pero entonces era “Dios
“. Nadie podía prever que el eterno
sucesor, Javier Solana, sería Secretario General de la OTAN y regaría Belgrado con bombas de grafito y Kósovo con
munición antitanque de uranio empobrecido altamente contaminante. Doña Trini empuja a la OTAN por
Libia ( sin mojarnos la mano) y Doña Carme
no detiene la salida de España de uno de los cuarteles aliados. Si todo
sale bien habrá aniversario trucado; si
no culparemos a Calvo -Sotelo
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