En mar o tierra izar la
bandera del revés significa demanda de auxilio; las pulsaciones S.O.S.,
inauguradas por el “Titanic” han caído en desuso y es Mayday-Mayday la señal de
socorro eronaval. Hoy las redes sociales del mundo repiten “Prayings for
Japan”, como un mantra planetario que pide oraciones por Japón, único país en
la Historia nuclearizado, y dos veces. La generación de 1945 ni ha desaparecido
ni está en el geriátrico y recuerda las pesadillas de Hiroshima y Nagasaki y el
doble lavado de cerebros de la Guerra Fría. Los relatos del padre Arrupe, que
sería Papa Negro de los jesuitas y que se encontraba en Hiroshima, eran
espeluznantes, y guardábamos la fotografía de un japonés caminando, que al
desintegrarse había dejado su negativo en una tapia. Es una generación que ha
sufrido mucha enuresis en la cama.
¿Accidente o siniestro?.
Las centrales de Fukushima funcionaban a satisfacción con elevadas medidas de
seguridad. No hubo fallo humano o técnico. Resistieron al terremoto y
sucumbieron al maremoto: un siniestro. También les podía haber caído encima un
aerolito. El ciento por ciento de seguridad o certeza es una abstracción que no
existe en la ciencia ni en la naturaleza. Y nuclearmente el riesgo cero tiende
al infinito y es inalcanzable para el cerebro humano. En 1986, Chernóbil era
producto del oscurantismo comunista y la chapuza soviética; se encadenaron
errores humanos con deficiencias técnicas, y la planta carecía de cúpula
hermética, un condom antirradioactivo. Siete
años antes el accidente de la Unidad 1 de Three Mile Island, en Pensilvania
(EEUU), fue fruto de cinco errores humanos consecutivos, que en las centrales
nucleares se engarzan unos a otros como con velcro. Y no ha habido más hasta la
violencia del Pacifico Norte. Sismólogos y geólogos tienen predicho que más
antes que después se terminará de abrir la falla de San Andrés, California se
separará del Continente y el terremoto de San Francisco de 1906 será un
inocente diorama. Pero el suroeste estadounidense no se muda. A la postre la
vida es peligrosa y al final siempre mata.
La energía fósil es
extinguible, y la alternativa, cara y poco desarrollada. Los científicos
ecologistas nos estaban convenciendo de que podía extenderse el funcionamiento de las centrales
hasta los 80 años, tras las modificaciones pertinentes. Pero el ecologismo
fundamentalista se ha subido a la chepa del maremoto y ha ganado la batalla. Angela
Merkel, que no ha movido un dedo por los libios, ha corrido a cerrar las
nucleares viejas y a parar las proyectadas porque mantiene un idilio de
amor-odio con los verdes. Moratoria en China. “Stress test” para todas en Europa y América. Fukushima aun no
ha matado a nadie, aunque escribimos sobre el agua, pero, en el más benevolente
de los casos, el poder verde será implacable en las urnas y se organizará para
una revolución mundial. No olvidemos la capacidad para la intransigencia de los
biempensantes del medio ambiente que conjugan el buenísimo con lo políticamente
correcto. Para nosotros la moratoria nuclear de Felipe González se convertirá
en parón, haya no alternancia del Gobierno. El programa nuclear del PP ya lo
están reescribiendo. El 20 por ciento de la energía que consumimos es cara, y
es francesa, y los galos nos cobran por guardar nuestros residuos. El
cuestionamiento nuclear disparará el precio del petróleo, y haremos un Bautísta
a Miguel Sebastián, del que tanta chanza hicimos, circularemos en primera, nos
ducharemos con agua fría, y compraremos las dichosas bombillas chinas. El
ordenador a pedales, está al caer. Incluso por Universidades circulan gente con
títulos en arqueología, lenguas muertas y análisis prospectivos que han hecho
proyecciones matemáticas del I Ching encontrándose con el final del calendario
maya, y fechando el fin del mundo para el 23 de diciembre de 2012. No merece la
pena ni descabalgar a Zapatero. Milenarismo. Gusto por el Apocalipsis del
águila de Patmos. El eje de la Tierra se ha inclinado 10 grados y Japón se ha
acercado cinco centímetros a China. En el Hollywood que desaparecerá ya están
rodando la película.
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