Nunca se es tan ridículo por las cualidades que se poseen como por
las que se aparenta tener. La apariencia del Presidente Zapatero es el talante
bajo el que oculta su intención sectaria de reinventar a los españoles
cambiando su modelo social y mental. Pero cuando al mesías de sacristía se le
acaba el discurso monotemático cae en el ridículo ante propios y ajenos. El inaugurado Primer Ministro tunecino, Benjí
Caid Essebsi, sujeto con los hilos, abría la boca cuando Zapatero le ilustraba como a un niño sobre el fusilamiento de su
abuelo, la Constitución y lo que se puede disfrutar con la democracia, como si
fuera un parque temático. La elite tunecina es más francesa que la marroquí y,
aunque sea corrupta, de ella el más tonto ha egresado de la Sorbona, pero ZP
creía dirigirse , compasivo y docente, a un beduino analfabeto vestido a la europea.
De saber idiomas el portador de la buena nueva habría comprobado que Caid
Essebsi habla un francés culto y académico. Suárez y González vendieron nuestra
transición política como primer producto de exportación, porque se la
compraban. El caso es que Zapatero, como avisa José Antonio Vera, es
retrospectivamente convencido partidario de la ruptura democrática,
considerando la transición una oportunidad histórica perdida. Menos mal que
nació tarde porque en su ridiculez, que es el extravío de las ideas, busca el
triunfo moral de la II República y se desvive por no poder procesar a Franco.
Le endosa al moro lo que él no quiere para sí.
¿ Qué van a hacer los tunecinos, hijos de la ilustración francesa, con
nuestra transición?. Y eso que el
maestro había dormido con Sonsóles.
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