En su lecho de muerte Pío Baroja admitió que se iba sin entender
para que servían dos cosas: las diputaciones
l provinciales y las mujeres.
Descontando la sardónica misoginia de don Pío, al menos en lo de las diputaciones no le faltaba razón. Italia es un
país sentimentalmente siervo de la
gleba, tanto como nosotros, y los tremendos recortes municipales y provinciales
de Berlusconi darán lugar a un
resurgimiento del neorrealismo. Lo de menoscabo de corte y alabanza de aldea es
esencialmente latino y mediterráneo, y aunque España sea urbana
el ruralismo lo llevamos en la
masa de la sangre y el nombre del pueblo
está incorporado al apellido. La reforma
territorial de 1833 está envejecida aunque viviéramos en la opulencia, y
suprimir las diputaciones es lo más fácil, y lo más complicado por la falta de
grandeza de los operadores políticos. El candidato Rubalcaba descubre su
obsolescencia porque se ha quedado sin ellas; Convergencia i Unió lo que pretende es sustituirlas por sus vaguerías, desvistiendo a un santo
para vestir a otro: Bildu resistirá
hasta la muerte la diputación general de
Guipúzcoa; y el PP ni que si ni que no porque
casi todas las diputaciones son una gaviota sobre fondo azul. Así las cosas,
pretender agrupar municipios en comarcas es tarea de romanos y de antidisturbios. Creemos que se pueden
suprimir pedanías cuando aún lucha La Moraleja por independizarse de Alcobendas. La Aldea Global aún es muy
aldeana, y el poder hay que subdividirlo
para dar satisfacción y empleo a los profesionales de la nada.
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