La sentencia cristiana de ser
más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el
cielo no la entienden ni los acaudalados. En su literalidad se equipararía a la
máxima izquierdista de que la propiedad es un robo y el adinerado ni accedería
al Purgatorio. Cerradas de noche las puertas de las murallas palestinas
permanecían abiertas unas rendijas, unos ojos de aguja, de fácil control y
defensa, que permitían el acceso a los rezagados. Si el camello estaba flaco, le quitabas las albardas y lo empujabas por el
culo podías hacerle cruzar con algún raspón que otro. Era trabajoso pero no
imposible. Esos ricos franceses que piden a su Gobierno que les aligere los
bolsillos parecen camélidos en trance de pasar por las agujas. Desde su poder
financiero no hacen nada por los demás, y prefieren que sea el fisco quién los
esquilme un poquito a cambio de indulgencias y publicidad gratuita. Quién
ofrece más dinero a Hacienda debería ser expropiado. En España la clase
política debe estar tomando estramonio porque en la algarabía ambiental anda
buscando ricos por ver qué hacer con ellos. ¿Cuál es el euro que separa a los ricos de la clase
media alta?;¿en qué cubierta del yate trazamos la línea?. La fiscalidad para
ricos tiene más trampas que una película de chinos y el socialista Carlos
Solchaga ya se inventó las SICAV para que las grandes fortunas no huyeran de
España a cambio de regalías fiscales.
Menos hipócrita que gravar a los ricos serían las exenciones fiscales a los
pobres, pero ellos son carne de cañón y su óbolo es imprescindible. La más
barata demagogia se las arreglará para que los camellos se sigan enhebrando en
el ojo de una aguja.
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