Después de siete meses de
correr con sus “ pick-up “ de la Cirenaica a Tripolitana, y viceversa, el
Ejército rebelde de Pancho Villa se apresta a ocupar Trípoli y disponer del
destino de Muamar el Gadafi. Podría ser que más que la OTAN a ésta tropa la
haya ayudado la “Toyota” por la cantidad
de publicidad que nos han servido los telediarios. No puede haber demasiado
interés en capturar vivo al sátrapa
libio; su juzgamiento internacional pondría a los pies de los caballos a los
que fueron sus amigos entusiastas, desde Berlusconi a Sarkozy o Rodríguez
Zapatero. Gadafi fue un precedente de Bin Laden, pero que cayendo del caballo
se hizo perdonar sus crímenes vendiendo petróleo barato a Occidente. Es notable
la hipocresía de los líderes europeos tan interesados de repente en sacar al de
la tribu Al Gaddafa del escenario mediterráneo. Gadafi ha venido gobernando
repartiendo dinero entre 28 tribus o clanes, aunque beneficiando a las cinco
tripolitanas, y en especial a la de Warfalla con un millón de “ parientes “. Trípoli y Bengasi no han casado nunca, y
han sido cabezas de dos países distintos o dos agrupaciones tribales hostiles.
Fuera de la tribu no hay sociedad civil, ni administración o Justicia. Y no sabemos cuántos emboscados
de Al Quaeda se han subido a los “
Toyotas “ de los rebeldes. El post-gadafismo
es una partida de ajedrez con demasiados reyes y pocos peones. Europa se
volcará en la reconstrucción petrolera del país sin que se les dé un ardite su
viabilidad. Se repartirá dinero entre todas las tribus y en Libia sólo habrán
cambiado de cajero.
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