Faltaban pocas semanas para
que Abraham Lincoln fuera tiroteado en el palco de un teatro, y el brillante
general Robert E. Lee ya se había rendido a la Unión en “ Appomatox”. Los
vencedores de la guerra de Secesión eran tan puntillosos con lo que podía
gastar el Gobierno que introdujeron una nueva enmienda en la Constitución
concediéndole al Presidente la prerrogativa de aumentar el déficit en
circunstancias de salvación nacional. De lo que se trataba no era de sortear
una prima de riesgo sino de reconstruir el Sur exhausto tras la guerra y
arrasado por las cabalgadas de tierra quemada del general Sherman. A don
Jacinto Benavente, dramaturgo y Premio Nobel, olvidado hasta por el colectivo
gay, le reprochaban que en sus representaciones se dijeran frases repetidas, a
lo que adujo: “La primera es para que la oigan, la segunda para que la escuchen
y la tercera para que la entiendan”. Ocurre lo mismo con el recordatorio de que
la estadounidense es la decana de las Constituciones escritas por lo mucho que
ha sido enmendada adaptándose a cada generación. Esto hay que repetirlo ad-nauseamun
porque la clase política española tiene a la Constitución de1978 por encofrada
e inmutable, tan inalterable como lo eran aquellos principios fundamentales del
Movimiento hoy roídos por el polvo. Con
dengues de doncella la tocamos una vez para cumplir con los acuerdos de
Maastricht, y, quitándole una coma, logramos que pudieran votar en nuestras
municipales los ciudadanos de la Unión Europea. Aquella cirugía sobre la nada,
y sin referéndum, la tuvimos por gran hazaña.
Y es que la Constitución de 78 se edificó sobre el miedo. El postfranquismo era una
incógnita, el Ejercito lógicamente franquista, ETA el infierno empujando un golpe
militar, la economía en postración. Los padres constitucionales y quienes iban
casando las piezas como Alfonso Guerra y Fernando Abril- Martorell, no estaban
impelidos por la euforia y la confianza sino por el temor y los malos augurios
que propiciaron un texto innecesariamente largo, reglamentista y con un
artículo 168 que hace de cancerbero para que el ose enmendar lo intocable.
Luego la Carta Magna no se cumple, como hace la autonomía catalana, pero no
pasa nada y todo da igual mientras exista ése Tribunal Constitucional que
decide mansuetamente si se trata de un roto o un descosido.
La algarabía sobre la
inclusión en la Constitución de unas líneas limitando el déficit denota el
deterioro al que nos ha llevado el PSOE de Zapatero. Hace un año se negaban a
constitucionalizar el déficit y tanto él como Rubalcaba y Salgado hacían befa y
bufa de Mariano Rajoy que proponía cosa tan razonable. La teoría benaventina de
las tres insistencias: primero el fascista de José María Aznar fue quién estableció por ley el déficit cero, derogada
por Zapatero en cuanto pisó el Palacio de la Moncloa. Rajoy propuso lo mismo
pero constitucionalizándolo y se rieron Finalmente tuvieron que entenderlo cuando Ángela Merkel los ha sacado
de su sopor de un grito. No estamos en condiciones de no hacerlo, pero llevarlo
a cabo a tres meses de unas elecciones anticipadas, es prueba fehaciente que
éstos socialistas no saben gobernarse ni a si mismos. Son como aquellos médicos
decimonónicos que no curaban del todo a sus pacientes para no perder clientela.
Aún a tiempo de descuento
se puede hacer éste añadido constitucional porque el PP está de acuerdo consigo
mismo y completa una mayoría suficiente. Pero en el seno socialista los hay que
no aceptan éste límite que se nos impone sin misericordia por haber estando
ocho años tocando la flauta, y desde IU se pide un referéndum. Lo del
referéndum está muy bien, y en los cantones suizos se convocan hasta para
cambiar un semáforo, siempre es una profundización democrática, incluso para
asuntos más sustanciales que la economía democrática de una nación, pero
supondría un final hilarante para el final de una legislatura llena de
tropiezos: en 90 días mudanza constitucional, referéndum y elecciones generales
anticipadas. No hay quién da más.
La Constitución ha envejecido mucho a base
de no tocarla y reverenciarla como un
tótem, a todos les produce pánico escénico, revolver sus tripas, especialmente el título octavo
referido al Estado de las autonomías. Si hay gobiernos autonómicos que no
toleran los límites del gasto y mucho menos aceptarán que otros interpreten sus
leyes lingüísticas. Menos mal que no hemos transferido Defensa, costará Dios y ayuda volver a centralizar la
Educación y Sanidad, que nunca debieron entregarse a unos reinos de taifas. Además
la Constitución vigente no es buena ni desde el punto de vista sintáctico, como
se quejaba Camilo José Cela, que para no herir sensibilidades de doncella, llamamos “castellano “ al español, y en América no entienden nada.
Cosas de constitucionalistas que en la segunda que tuvimos, “ La Pepa “ de
1812, que establecía:”El amor a la patria es una de las principales
obligaciones de todos los españoles, y asimismo el ser justos y benéficos “.
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