El teléfono rojo ni
siquiera era tal sino una línea de teletipo entre Washington y Moscú, blindada
y encriptada. Para que los Presidentes o Primeros Ministros hablen entre sí es
preciso mover muchos palillos: hay que establecer una hora Zulú para la conversación
(convencional y ajena a los meridianos), sistemas de codificación y grabación,
traducción simultánea y notas de asesoría diplomática sobre posibles preguntas
y respuestas. No es pedir a un secretario que te pase con el móvil de Putin
para charlar un rato sobre el gas que pasa por Ucrania. Rodríguez Zapatero, en
su breve período como oposición, suponía que hacer política exterior consistía
en no levantar el culo ante el paso de una bandera, y, hoy, deshilachadas las
vendas de su momificación, ya habrá entendido las complejidades de un dialogo
personal en el planetario de Leire Pajín. En ZP hay varios antes y después,
pero descuella un hito telefónico: cuando en el plazo de 24 horas le llaman a
La Moncloa el Presidente Obama y el Primer Ministro chino Wen Jiabao. Obama se
ocupa de la Unión Europea lo estrictamente necesario, que es muy poco, y a
España no vino ni para acompañar las vacaciones de la primera dama, Michelle.
Sería una extrañeza que el inquilino del despacho oval recordara siquiera el
nombre completo de su medio homólogo español aún siendo de él doblemente aliado
por la OTAN y un convenio bilateral. A Barack Obama no se le ocurre llamar a
Madrid a menos que se dé una alarma nuclear en la base de Rota. No es
desafección, es que los teléfonos rojos suenan muy poco, mientras abundan las
videoconferencias de los segundos niveles, los ministros o los Presidentes de
los Bancos Centrales. En un momento dado Sarkozy y Angela Merkel, solos o en
compañía de otros, advirtieron a Obama que tenían un bloqueo en España, una
falla en las comunicaciones, algún malentendido con el Presidente del Gobierno
español que o no entendía o se hacía llamar a andana, pidiéndole al americano
que pulsara el grado de autismo económico-financiero del hispano. Rogaron la misma
llamada al Primer Ministro chino porque ZP creía que Pekín, inversor neto, iba
a tapar los agujeros de nuestras Cajas de ahorro. Los fontaneros de La Moncloa
plantearon el inusual tráfico telefónico como si Omaba y Jiabao llamaran todas
las mañanas a Zapatero para desearle buenos días. Nuestro hombre estaba
mintiendo a los españoles desde los debates electorales de las últimas
generales derramando despropósitos sobre la leve desaceleración de la economía
mundial, la fortaleza imbatible de nuestro sistema financiero y el pleno empleo
que nos esperaba para envidia de Francia e Italia. Ya dijo Rubalcaba que nos
merecemos un Gobierno que no nos mienta. Para la Unión Europea somos pigs,
cerdos, Grecia, Irlanda, Portugal, España e Italia, pero Zapatero parecía el
más peligroso en forma de jabalí que embestía temerariamente negando la
realidad. Tras los recados americanos y asiáticos el diputado por León comenzó
a pisar la dudosa luz del día y puso una tienda de productos homeopáticos que
aún no ha terminado de dispensar en su tacañoso
ahorro ideológico.
Obama siempre llama dos
veces y, pese a su déficit y su desempleo, ha advertido esta semana sin
telefonazo que el peligro europeo ya no está en Grecia sino en España e Italia.
Berlusconi parece que solo trabaja de menorero pero al menos ha presentado un
plan de ajuste de caballo mientras Zapatero toca la lira con un impuesto
ilícito de va y viene sobre los mediopensionistas de la riqueza. Como lo que
nos ocurre es surrealista no se sabe si con estas elecciones anticipadas que
son las más postergadas de que se tiene conocimiento llegaremos económicamente
vivos al 20-N. Zapatero solo se explica cuando se pone esotérico. Ya nos avisó
que la tierra es del viento y estos días revela que en el futuro le gustaría
contar nubes. Pues lleva dos legislaturas haciéndolo.
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