En las anteriores elecciones generales Zapatero mintió hasta
equiparar la crisis financiera internacional con un leve resfriado. Otros, como
UGT y Comisiones Obreras, lo hicieron largamente y por omisión trenzándole al
Presidente autista políticas imposibles
que excavaban el agujero en el que estamos. Ahora Cándido Méndez parece que no
conociera a ZP, cuando todos gastábamos la broma que era su ex ministro de
Economía, desde antes que huyera Pedro Solbes, por las infinitas tardes en
Moncloa diciéndole el barbado lo que
tenía que hacer el de las cejas. Otrosí de Ignacio Fernández Toxo, el de los cruceros, que ahora devela al
Gobierno por modificar constitucionalmente la Constitución. Los silencios de
ésta pareja llegan hasta ahora mismo y nada tienen que decir sobre que un joven
de 16 años pueda trabajar hasta los 30 hilando contratos temporales sin pagas
ni vacaciones. Que sigan sosteniendo que la tormenta perfecta se cruza aumentando el gasto público para crear empleo
de calidad induce a la tristeza maligna, que es la depresión. Hasta los
indignados, hipotéticos compañeros de cama, se ríen de éstos sindicalistas en
las calles. Si la crisis encalla traerá la bonanza de otros sindicatos en
España, aparatos de funcionariado, remedos de Organizaciones No Gubernamentales
y recipiendarias de los dineros del Gobierno, con la ejemplar excepción de
Unión Sindical Obrera que vive de sus cuotas. UGT y CCOO podían haber imitado
al alemán IG Metall, el poderoso sindicato sostenido por sus afiliados, pero siempre prefirieron la correa de
trasmisión remunerada. Tardarán en mudar o morir pero algún 1º de Mayo la
Puerta del Sol será más de los indignados que de los raros sindicalistas de los
que tienen trabajo.
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