El impagable Carlos Herrera me hace cada mañana la gauchada de
despertarme y llevarme sonámbulo hasta la primera taza de café envuelto en halos
de buen humor. Hay radios matinales que
te levantan a trompetazos como si ya hubiera llegado el lejano 20-N; otras te
sofronizan con una ecuanimidad parecida a la tristeza maligna y te encadenan al
lecho; Herrera en la onda, en Onda Cero, trabaja la ironía, que si se entiende
en la radio, azuza la sonrisa, y, acaso por no llorar, hay días que encadena
una catastrófe de carcajadas, y no por chistoso sino porque para conservar el
cociente intelectual en el frenesí de la política española hay que recurrir a
la espita del humor. Hace unos días apuntaba Herrera que a Rubalcaba se le
estaba poniendo cara de Eva Duarte de Perón, con el moño alto de rodete, caído
y despeluchado sobre la primera vértebra cervical. Me sentí robado porque tal
imagen se me tenía que haber ocurrido a mí. Evita y el candidato gubernamental
dan el mismo perfil menesteroso y dadivoso. Uno y otro ganarían el casting para
padrecito o madrecita de los descamisados. Rubalcaba oferta cosas concretas en
paquetitos sin bajar nunca al centro de
la tierra. Evita abría cajones y repartía dinero sin facturas a su larga cola
de penitentes; hasta dentaduras postizas. Siendo ella una cucañista y
travestido él de joven galán socialista, ambos han hecho orfebrería con la
demagogia y damasquinado con el rencor social. Eva está de moda en Madrid con
otro musical, y el domingo 23-O la
señora Kirchner ganará su segundo mandato corrupcional. El peronismo nunca muere. Es el
Justicialismo el espejo en el que se mira el PSOE y no el PRI mexicano,
disuelto en el narcoestado. Carlos Herrera siempre coge la onda.
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