Cada soldado israelita es exponencialmente más valioso que un
árabe, como se ha comprobado en los intercambios de prisioneros tras cada
guerra palestina. Este orgullo israelí tenía que terminar en la abultadísima
cuenta de intercambiar al soldado Gilad Shalit por un millar de terroristas de
Hamás que cumplen sus penas en cárceles
de Israel. Ni siquiera la Ley del Talión: uno por mil. Si ante los terribles
secuestros de Miguel Ángel Blanco y Ortega Lara, el Presidente Aznar no hubiera
contemplado a su pesar las desastrosas consecuencias del chantaje, hoy ETA no estaría pidiendo una
amnistía porque no tendría presos de
cumplimiento. Que un Gobierno de extrema derecha como el de Netanyahu pase por
estas horcas caudinas obliga a suponer que hay una trastienda oculta en la que
Hamás podría renunciar a su principio más querido: destruir Israel y arrojar a
los judíos al mar. De no ser así el más empecinado terrorismo palestino
entenderá que más vale soldado israelí secuestrado que muerto y que el canje
vacía las cárceles de su enemigo. Afortunadamente en España fue Aznar y no el
PSOE quién abrió un zanjón intransitable ante tales pretensiones. Ni EEUU,
Francia, Alemania, ni el Reino Unido o tantos principales negocian con
terroristas, inútil abyección reservada para Gobiernos como el español. ¿ Se
dará tal paso para impedir entendimientos entre Hamás y la Autoridad Nacional
Palestina de Abú Mazen?. Para los israelíes sólo cuenta una cosa: la seguridad. La opinión pública
siempre es sentimental, pero libre el soldado Shalit solo quedará la resaca de
un formidable éxito del terrorismo palestino. Desde Salomón y el niño no habían
dado los judíos con tamaño dilema.
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