Cuando en la avenida
Corrientes, Buenos Aires C.F. se necesitaba un salvoconducto militar para
cambiar de vereda, restaurantes abiertos hasta las cuatro de la madrugada
esperaban para servirte a la carta sus carnes recién asadas, y, antes o después,
adormilabas tu insomnio revolviendo en las librerías como luciérnagas en la
noche. Esperando el amanecer sentado en un boliche pregunté al mozo que fregaba
el suelo entre mis piernas cuando era la última vez que habían cerrado:
“Abrimos hace años y no sabemos cómo
funciona la persiana del cierre”. Muerto Franco los periódicos se editaban de
martes a domingo, reservándose el lunes para la mutua gremial, hasta que
alguien advirtió que era ridícula una libertad de Prensa de seis días a la
semana. La liberalización de horarios comerciales está avalada por la
experiencia: el pequeño comercio capta y fideliza mucho cliente los domingos o
a primera hora de la noche, y por Internet ya estamos comprando a la hora que
nos place. Esperanza Aguirre, que también quiere devolver las competencias de
la Justicia al Estado, parece ir más allá en su confeso liberalismo, porque ya
se sabe que comienzas desregulando a los comercios y acabas pidiendo listas
electorales abiertas. El corsé estatal trasladado al autonómico es más
opresivo, y abrir estas pequeñas y simbólicas libertadas es recordarle a las
administraciones progresistas que no pueden legislar a qué hora debemos irnos a
la cama, La austeridad autonómica no puede ser sólo económica; ha de adelgazar para no ser
asfixiante y dejar que la vida civil se organice sola. Siempre que pones
puertas al campo se te escapan las mejores reses.
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