El entonces juez Baltasar
Garzón comentaba en la cocina de mi casa: “Tus comentarios me terminaron
de convencer que la X de los GAL era Felipe González”. Supuse que era un amable
halago porque entonces vivíamos un idilio. Luego el juez cambio de pareja y se
fue a una finca del Estado a encamarse con Felipe, cumpliendo José Bono de
mamporrero. No estuvo mal: de poblar las pesadillas del Presidente a número dos
por Madrid, escalafón reservado a las excelencias socialistas, más promesas
etéreas que nunca se cumplieron. En aquel guiso lo único solido era la X que
jamás se despejo y cuya ecuación conocen tan bien José Barrionuevo y Rafael Vera. Nadie ha querido o podido
rebatir que González se enterara por los periódicos que una banda de
facinerosos asesinara en España y Francia a etarras o ciudadanos que se les parecían. Judicialmente la X da mucho juego y como el
cartero de James M. Cain siempre llama dos veces. La nueva X planea sobre el
juicio por el aviso policial en el bar “Faisán” a la Banca extorsiva de ETA a
las que habían tendido una celada. (Rubalcaba).
Zapatero estaba entonces en levitación mística por una paz con ETA que
le acercaría a un Nobel. Se le escapo sobre las ruinas de la T-4 de barrajas
(con dos cadáveres bajo los escombros: “Esto ha sido un error”. Ahora policías
de brillante historial antiterrorista niegan haber recibido órdenes políticas
para no detener a los financieros etarras como si los funcionarios obraran por
libre examen y no recibiendo estrictas instrucciones, existiendo un ministro
del Interior que alardeaba saberlo todo y de todos.(Rubalcaba). Estamos
perdiendo el tiempo judicial con otra X
que nos dejara más desconfiados que una vaca tuerta. (Rubalcaba).
Post Scriptum.- Si del Alcalde de Barcelona depende que la Reina
entregue su bandera de combate al buque-insignia de la Armada surto en el
puerto, los más angelicales debates constitucionales son ociosos. Apaga y
vámonos.
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