A guías turísticos expertos
en hablar de lo que no saben les dio una temporada por sostener que la muralla
china era la única construcción que podía contemplarse desde la estratosfera,
hasta que una sucesión de astronautas advirtieron que ni con el más despejado
de los cielos podía distinguirse el parapeto iniciado por la dinastía Ming. Sin
embargo los cosmonautas rusos que ahora habitan la Estación Espacial
Internacional han podido ver con toda nitidez la cadena de independentistas
cogidos de la manita desde la frontera francesa hasta territorio castellonense.
Y es que ya lo había advertido el Molt Honorable Artur Mas y su Tabla
Redonda:”Vamos a asombrar al mundo”. El “seny” le obligó a quedarse corto
porque el planeta ha quedado estupefacto. Obama y Putin han suspendido sus
tratativas sobre el oftalmólogo sirio ( que más parece un químico) y se han
suspendido las cruciales elecciones alemanas hasta que los científicos
desentrañen el significado de esa línea
gualda en el Mediterráneo occidental que pudiera ser la advertencia de otros
mundos. La historia del Condado de Barcelona quedará entre la soberanía
inexistente y la de nunca jamás, tras apuntarse a las marcas del Guinness. A
Mas y Oriol Junqueras les habría patrocinado mejor el esfuerzo ”Red Bull ”,
firma energética dada a extravagancias extremas. Martin Luther King se habrá
removido en su tumba viendo homologados los derechos civiles por los que dio la
vida con una verbena regional que reserva el derecho de admisión. Y es que el
voluntarismo y el sentimentalismo abocan indefectiblemente al ridículo y a la
vergüenza ajena. El derecho a decidir es metafísico. No tenemos derecho a
derribar el edificio porque nos molesta el vecino. Tarragona no puede decidir
su secesión de la Generalitat, ni con consulta plebiscitaria o plebiscito consultivo. Al independentismo
catalán solo le queda levantar una muralla china para que no entremos los
mongoles. Que acabaron entrando.
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