La Medicina denomina “oportunistas” a una serie de enfermedades que
aparecen y medran sobre etiologías que
nada tienen que ver con ellas. Oportunismo es robarle la cartera a quienes se
acaban de desmayar. Oportunista es una neumonía en un niño sin defensas que
recibe la quimioterapia que necesita para intentar controlar su leucemia. La
España de la crisis o la postcrisis es un tratado de sintomatología oportunista
y una nomenklatura de políticos muy poco oportunos y de baja calidad intelectual,
analfabetos funcionales, gritones y apocalípticos como los chalanes remunerados
de un espectáculo televisivo. Las izquierdas tienen la misma solvencia
intelectual de “ La dama de las camelias “ y las derechas separatistas obran
con la misma sutileza de un herrador de caballos. Hemos invertido el axioma de
que la mayor virtud de los políticos radica en no crear problemas inexistentes,
y, aquí el más listo de los dedicados a la “ cosa pública “ se da a la
fabricación de relojes de mantequilla, como los blandos de Dalí.
Don Juan Carlos tendrá muchos defectos como todo nacido de mujer
pero no ha cometido errores en su largo reinado ni ha endosado sus debilidades,
como tantos políticos, sobre la espalda de los españoles. Pittaco, uno de los
siete sabios griegos, sentenciaba qué feliz es el Rey a quién sus súbditos
temen por él, y no de él. Hoy, por la salud del Rey, éste es el caso, y una
indeseable abdicación contentaría a los que están poniendo a España en la
almoneda, por mucha que sea la seriedad del Príncipe Felipe, que para mayor
abundamiento sería sucesor ordinal de Felipe V, evento que esperan oportunistas
como los secesionistas catalanes, y que tendría de bueno el ingreso
hospitalario de Arturo Mas y Oriol Junqueras con sendos cuadros de crisis de
ansiedad. Pareciera que del Monarca solo se recuerda con estima su actuación
durante el Golpe de Estado del 23-F. Pudo haberse doblegado ante los errados
espadones monárquicos y habernos deparado una gran tribulación. Pero no fue esa
su hora mejor. El Rey Don Juan Carlos durante nuestra Transición donde nombraba
y destituía a los Presidentes y cedió sus prerrogativas para reinar sin
gobernar, limitando sus derechos políticos a ser informado y escuchado,
devolviéndole toda la soberanía al pueblo español, no por parcelas. Sin el
protagonismo y su iniciativa del Rey la
Transición política no habría sido posible y Cataluña aún sería una Delegación
del Gobierno nacional.
Aunque en una constelación de los astros se nos hayan abierto todos
los frentes, debemos remediarlos uno por uno y en su orden ( la engañosa
pasividad galaica del Presidente Mariano Rajoy) y entender que nuestro Rey,
cuya efigie queman todos los republicanos del oportunismo nihilista, que es el
último clavo seguro que nos queda antes que la señora Merkel y la República
Federal con la voladura de nuestra Constitución democrática de 1978. Hoy en los
áticos de nuestro Congreso de los Diputados han encontrado momias de gatos,
ratas que hace un siglo no encontraron salida excepto su muerte. Quizás podrían
ser los restos de Estanislao Figueras, el Primer Ministro de la breve 1º
República Española, o tal vez Pií Maragall y demás compañeros mártires, muy
dados a la mala voluntad de los oportunistas.
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