Tuve una vecina porteña que hipnotizada por las excelentes
telenovelas brasileras siempre dejaba prenderse las sartenes y maldecía al
almacenero que, según ella, la vendía aceite inflamable. Es el mismo
razonamiento, entre astuto y subnormal, de UGT-PSOE ante la tumba madrileña de
Pablo Iglesias, fundador de ambos. La persecución del sindicalismo solo se ha
consumado en los regímenes de socialismo real donde los sindicatos pasaron a
punta de pistola de correas de transmisión a servomandos. Hoy los sindicatos
son perseguidos en Cuba, Vietnam, China y Corea del Norte. El sistema
capitalista, más o menos corregido por
sí mismo o las socialdemocracias, no es altruista pero necesita de un
sindicalismo fuerte y respetable, para no anarquizar su propio funcionamiento y
desarrollo. Si los sindicatos no
existieran los inventarían las grandes corporaciones económicas y el
cuentapropista de la esquina. Cándido Méndez dice en el cementerio que no debe
generalizarse la corrupción de UGT. Ni la de los cadáveres cuyos huesos pueden
conservarse miles de años. UGT comenzó muy bien esta democracia que nos hemos
dado gracias a la integridad de un
hombre como Nicolás Redondo, que dio paso a Felipe González para luego disentir
de él y recibir el pufo de la Promotora Social de Viviendas, por lo que dimitió
de la vida pública no siendo responsable de nada. Cándido, que no tiene que ver
con el de Voltaire, condujo UGT de la corruptela a la corrupción hoy encausada,
de la contabilidad creativa a la surrealista, de un funcionariado de bajísima
calidad a la burocratización de la nomenklatura. A impartir cursos de formación
como la maestra analfabeta que puso escuela, y a enseñar risoterapia y corte
del jamón, a reclamar un patrimonio inexistente, a vivir de mantenida del
erario y de lo más miserable: del dinero de los despedidos. La UGT nace
marxista, de la mano de Paul Lafarge, casado con Laura Marx con la que acordó
un suicidio común, que cumplieron. Lo mejor de este franco-cubano es su
“Derecho a la pereza”, que no han leído
estos gerifaltes ugetistas.Y el esforzado Pablo Iglesias no fue tan santo laico
como pregonan sus hagiógrafos, ya que lo primero que hizo en Cortes fue
amenazar de muerte al Primer Ministro Miguel Maura, a quien la Providencia
salvó al poco. A Cándido no le preocupa durar en lo suyo más que Franco en El
Pardo, porque su entendimiento de la democracia es la elección por
delegaciones, y eso de un trabajador, un voto, no le acaba de sonar. Lo suyo
eran las reuniones nocturnas en Moncloa con Zapatero organizando el mejor
sistema financiero mundial sin crisis ni hombres de negro. Entre los consejos
de Solbes, Miguel Sebastián, Elena Salgado, Jordi Sevilla y nuestro Cándido, el
expresidente Zapatero merece indulgencias plenarias. A Cándido, gran comedor de
muchos tenedores, los médicos le hicieron bajar peso, e iba andando al
sindicato pregonando que por austeridad prescindía de chófer y coche de
respeto. Parecer antes que ser, única ideología de los hipócritas. A nadie le
interesa arrodillar a esta UGT obsoleta, casi una multinacional, que despide a
sus trabajadores con las leyes “abominables” del Gobierno, con un mínimo de afiliados
y escasas simpatías. Cándido no vale ya ni para convocar un congreso
extraordinario que limpie los harapos de la momia en que han querido devenir.
Esta UGT ya solo espera a que deje de llover.
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