Hará falta todo el sentido del humor, la ironía, el sarcasmo y
hasta la mala leche de Alfonso Ussía para soportar durante once meses el
infatuado delirium tremens del sescesionismo catalán. La autoentrevista
televisiva de Artur Mas deberían pasarla por la TV pública española para
conocimiento del doliente personaje, Príncipe Valiente de todo victimismo
romántico. Que no tiene miedo de ir a la cárcel, dice. Pero, ¿quién va a detener
a este pelafustán a menos que robe una gallina
en delito flagrante?. Que no teme la suspensión autonómica. Ni nadie. Si
Mas obligara al punto 155 se llegaría, tras un interinato tasado, a nuevas
elecciones sin merma de los derechos catalanes. Que no padece por su
inhabilitación, afirma el perillán. El Tribunal Constitucional podría hacerlo,
por felón, pero conociendo este país me malicio que le acabaríamos enviando de
Embajador a Moscú para que estudie la Confederación de Estados Independientes e
intime con el ultraconservador (como el) Vladimir Putin. Y su cultureta no seria
óbice para hacerle presidir la Academia de la Historia, que peores entrismos se
han perpetrado en nuestra vida académica. Confía en Europa el estadista, pero
oculta a los que quiere hipnotizar que en Europa existe el derecho de veto
sobre los aspirantes y que, de seguro, Reino Unido, España, Alemania y, sobre
todo Francia, negarían la admisión de un Estado Catalán. Fronteras arancelarias
en el Ebro y en los Pirineos. Un republicano federal como Eduardo Benot fue
ministro de Fomento con Pi y Margall en la delirante I República, cantonalista,
tan del gusto de los ampurdaneses que la
regentaron, pero es más conocido como introductor en España del método Ollendorff para el aprendizaje de idiomas.
Diálogo para besugos en que si preguntas si tu primo es más alto que mi
hermana, contestas que el jardín de mi tía es más grande que la granja de tu
abuelo. El diálogo que Más pretende con el Presidente Rajoy.
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