9/12/13

EL COLOR DE LA CASA ROSADA (9-12-2013)

Domingo Faustino Sarmiento fue un presidente singular de la República Argentina:  periodista,  maestro, militar, político, diplomático, y, por encima de todo, pedagogo, de los que creen que sin instrucción nada le es posible a las naciones. Viajó como embajador por Europa para estudiar sus diferentes sistemas educativos y trasladar lo mejor de ellos al Río de la Plata, y fue el jefe de la misión diplomática argentina ante los Estados Unidos. El siglo de la independencia argentina fue atroz y durante 62 años el naciente país resultó asolado por cruentas guerras civiles entre unitarios y federales, enarbolando unas enseñas blancas y otras coloradas. Cuando Sarmiento ocupó la sede del gobierno porteño, a la vieja aduana y al fortín español,  los pintó de gris blancuzco, ordenó mezclar la pintura blanca de los unitarios con la sangre de los mataderos próximos, y el rojo federal, haciendo nacer la Casa Rosada y visualizando la paz entre centralistas y federativos. Sarmiento era un utópico, y cuando consumó su mandato se retiró a dar clases en su escuela rural con su madre doña Paula Albarracín; después como buen argentino, emigró a Chile, escribiendo en una de ellas:” Bárbaros las ideas no se matan “  . La calidad del federalismo argentino la evalúa en  estos días la cadena de huelgas de varias policías provinciales y la respuesta de la Presidenta Kirchner  que se las arreglen como puedan porque la Policía Federal no tiene tanto despliegue. Argentina es federal, pero al controlar férreamente la Casa Rosada, el dinero de las provincias, a la postre el régimen es unitario, centralista. Las provincias se vengan y alguna ha depositado sus fondos en Florida, a lo que desde Buenos Aires CFK replica interviniendo a las  provincias por minucias o pucherazos o doble contabilidad. El federalismo, y su superación confederal, son tan viejos como el anarquismo, y sus padres son Proudhon y Bakukin. Todo lo  contrario de la estabilidad de federaciones como la estadounidense o la alemana, y en cercanía de los sistemas iberoamericanos como el mexicano, brasilero o argentino. México DF tiene que movilizar al Ejército para evitar el narcoestado;  Brasilia debe  apaciguar a los indios carajás de su Estado amazónico. Nuestra voluntarista experiencia federal resultó patética y cómica a partes iguales, descontando la sangre derramada inútilmente. Nuestros constituyentes pactaron bajo presión una Constitución Federal que no lo pareciera y huyera del apellido. Si Corrientes (al noroeste argentino) tuviera nuestra Constitución no sería independentista. En este mundo el federalismo solo es un mantra.

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