26/12/13

LOS SANTOS INOCENTES (26-10-2013)

Dios primero confunde a los que quiere perder y algo habremos hecho mal porque desde Estrasburgo nos tiene en la neblina. El único canonizado en vida de que tengamos noticia fue San Dimas, reconociendo a Cristo, y aún el buen ladrón vió su alma limpia antes de cumplir por expiración su pena romana de cruz. Y aunque le oremos seguimos teniéndole por afanador de propiedades ajenas. Un cuñado mío argentino, abogado (allí doctor),y hoy juez por designio político en la Cámara del CrImen, frecuentaba los juzgados y las Seccionales de la Policía Federal para aliviar a sus clientes de antecedentes judiciales y prontuarios policiales. Lo mismo que hace oralmente nuestro fiscal superior del País Vasco, Juan Calparsoro, pero cobrando. La lúbrica Mesalina quedó bañada en pureza tras ser decapitada por su esposo, el infeliz Claudio. Adolfo Hitler dejó de ser nazi dándose Justicia a si mismo, y Jack el destripador, que no sabemos si murió en expiación de sus pecados,habrá de ser tenido por lo que se le supuso: un delicado obstreta. Eso de la confesión de los pecados, el dolor de corazón y el propósito de la enmienda, parecen víctimas de la LOGSE, y basta el cumplimiento recortado  de las penas en la pensión completa y gatuita del Estado para emerger renacido de las aguas de ese Jordán. Se sufre mucho en las cárceles. Sin necesidad de recordar lo que padecieron y padecen los asesinados y mutilados y sus parientes, se puede también advertir el dolor de tantos inocentes que viven extramuros. Si un fiscal (abogado defensor de la sociedad) nos ilustra que la dulcísima Inés del Río ya no es calificable de terrorista y asesina la ofensa a los victimados es tan analfabeta como blasfema. Las responsabilidades morales y sus consecuencias semánticas no prescriben ni con el óbito y solo las redime una larga vida de santidad. Hasta Robert Oppenheimer, que no cometió delito alguno, falleció atormentado por su contribución a la primera bomba atómica. A Torres Dulce, del que no sé si es mejor jurista que cinéfilo, lo que ya sería mucho, le obliga destituir a Calparsoro porque ha alarmado y confundido gravemente a una sociedad ya suficientemente alterada por las chocarreras extravagancias de Estrasburgo.Malo que nos apaleen desde fuera, pero flagelarnos a nosotros mismos es masoquismo institucional.

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