Dios primero confunde a los
que quiere perder y algo habremos hecho mal porque desde Estrasburgo nos tiene
en la neblina. El único canonizado en vida de que tengamos noticia fue San Dimas,
reconociendo a Cristo, y aún el buen ladrón vió su alma limpia antes de cumplir
por expiración su pena romana de cruz. Y aunque le oremos seguimos teniéndole
por afanador de propiedades ajenas. Un cuñado mío argentino, abogado (allí
doctor),y hoy juez por designio político en la Cámara del CrImen, frecuentaba
los juzgados y las Seccionales de la Policía Federal para aliviar a sus
clientes de antecedentes judiciales y prontuarios policiales. Lo mismo que hace
oralmente nuestro fiscal superior del País Vasco, Juan Calparsoro, pero
cobrando. La lúbrica Mesalina quedó bañada en pureza tras ser decapitada por su
esposo, el infeliz Claudio. Adolfo Hitler dejó de ser nazi dándose Justicia a
si mismo, y Jack el destripador, que no sabemos si murió en expiación de sus
pecados,habrá de ser tenido por lo que se le supuso: un delicado obstreta. Eso
de la confesión de los pecados, el dolor de corazón y el propósito de la
enmienda, parecen víctimas de la LOGSE, y basta el cumplimiento recortado de las penas en la pensión completa y gatuita
del Estado para emerger renacido de las aguas de ese Jordán. Se sufre mucho en
las cárceles. Sin necesidad de recordar lo que padecieron y padecen los
asesinados y mutilados y sus parientes, se puede también advertir el dolor de
tantos inocentes que viven extramuros. Si un fiscal (abogado defensor de la
sociedad) nos ilustra que la dulcísima Inés del Río ya no es calificable de
terrorista y asesina la ofensa a los victimados es tan analfabeta como
blasfema. Las responsabilidades morales y sus consecuencias semánticas no prescriben ni con el óbito y
solo las redime una larga vida de santidad. Hasta Robert Oppenheimer, que no
cometió delito alguno, falleció atormentado por su contribución a la primera
bomba atómica. A Torres Dulce, del que no sé si es mejor jurista que cinéfilo,
lo que ya sería mucho, le obliga destituir a Calparsoro porque ha alarmado y
confundido gravemente a una sociedad ya suficientemente alterada por las
chocarreras extravagancias de Estrasburgo.Malo que nos apaleen desde fuera,
pero flagelarnos a nosotros mismos es masoquismo institucional.
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